Este artículo está en inspirado en 15 libros que tu hijo adolescente debería leer (aunque tú desearías que no).
Si tienes un hijo adolescente que esta en ese difícil momento de crecer, dale un libro que va sobre esos difíciles momentos de crecer. Esa es la filosofía de un artículo que destaca algunos libros de los más clásicos para adultos o jóvenes a punto de serlo. Cuando lo leí me di cuenta de tres cosas: una, había leído más o menos un 70% de las recomendaciones; dos, un 93% de las novelas citadas tenían un protagonista masculino; y tres, el 100% de sus autores eran hombres.
No sé si os habéis dado cuenta de esta tendencia tan clásica y tan literaria. Las novelas sobre chicos adolescentes escritas por hombres suelen considerarse literatura adulta (o literatura a secas) y, por tanto, susceptible de ser prescrita. Mientras tanto, las novelas sobre chicas adolescentes, sobre todo si están escritas por mujeres, suelen considerarse literatura juvenil (o menos literatura). También ocurre con las novelas que hablan sobre la intimidad, el sexo o las relaciones interpersonales: si las escriben hombres, son narrativa general (o narrativa a secas); si las escriben mujeres, son narrativa «femenina» (o menos narrativa).
No me considero prescriptora de nada, pero soy bastante lectora y resulta que me gustan mucho los libros que inciden en esa franja de edad en la que uno debe asumir las responsabilidades de la vida adulta. Precisamente porque me conozco un poco estos libros, creo que, por decirlo de forma educada, la lista original peca de parcial o incompleta. Aquí propongo una lista alternativa que cubra exactamente lo que la otra olvidó: libros escritos y protagonizados por mujeres para jóvenes adultos. Aunque se llama «15 libros que tu hija adolescente debería leer», en realidad yo también pienso que estos libros son buenos y que debería leerlos cualquiera. Porque hay otro dato curioso: mientras que las mujeres leen libros al margen del género de los autores (es decir, en porcentajes cercanos al 50%), los hombres leen casi en exclusiva libros escritos por hombres. Combatir esta tendencia corresponde tanto a los jóvenes como a todos aquellos que les prescriben libros.
En la elaboración de esta lista he utilizado los mismos recursos que el artículo original: partiendo de «lecturas que plantean dilemas que le ayudarán a formarse» (al adolescente), selecciono 15 libros que, en mi opinión, merecen la pena en general y en especial para esta etapa de la vida. Como dificultad añadida, me he autoimpuesto la exclusión de todos los libros considerados «juveniles», aunque eso me ha llevado a descartar de entrada obras que me encantan. Además, al igual que el artículo original, dejaré asomar cierta preferencia por alguna obra que se hizo popular en los años 90 (en buena parte gracias a su cóctel de existencialismo, sexo y drogas); incluiré un cómic que trata Temas Serios por eso de meter al menos una novela gráfica; agregaré una autora francesa, contemporánea de Camus, para que se vea que leo a los existencialistas; meteré un libro de relatos de un premio Nobel, aunque no tenga mucho que ver con ritos de paso; añadiré una eterna candidata al Nobel que a mí me gusta mucho, igual que Murakami; y me aseguraré de que hay varios clásicos para que todo el mundo vea que ESTA ES UNA LISTA MUY SERIA.
Estas son mis recomendaciones:
1. La campana de cristal, de Sylvia Plath.
La campana de cristal es la novela clásica de esta gran relatista americana: la única que escribió, en realidad, poco antes de suicidarse. Con un estilo muy personal, nos habla de las experiencias de una chica que trabaja en la industria de las revistas y que lucha contra una depresión que se cierne sobre ella como una «campana de cristal». La manera en la que Plath describe el mundo adulto y su superficialidad, su sarcasmo y el dolor que rezuman sus experiencias psiquiátricas la convierten en una lectura auténtica y un análisis crudo de la vida adulta.
2. Cumbres borrascosas, de Emily Brontë.
Es ese libro cuya versión abreviada te hacen leer en las clases de inglés y que merece la pena leerse entero. En él la más salvaje de las hermanas Brontë describe la fuerza de un amor tan visceral y un odio tan terrible que lleva literalmente a la ruina a las familias a las que roza, los Earnshaw y los Linton. La frase que pronuncia Catherine, «¡Nelly, yo soy Heathcliff!», da una idea de la violencia de las relaciones que se describen en esta obra maestra de la literatura.
3. Nada, de Carmen Laforet.
Con Nada, Laforet ganó el primer premio Nadal de la historia en 1944, cuando contaba tan solo 23 años. La historia de una joven que emigra a Barcelona para estudiar y ve como sus ilusiones se quiebran en una casa sombría, donde todavía habitan las sombras de la Guerra Civil, sedujo a los lectores de la época. Nada, sin embargo, se lee tan bien entonces como hoy; las descripciones impresionistas de Laforet sobre la Barcelona de la época y la agilidad de su estilo brillan con fuerza propia.
4. Puro fuego: Confesiones de una banda de chicas, de Joyce Carol Oates.
Un momento: ¿no se suponía que en esta lista NO había recomendaciones juveniles? Es cierto que esta novela de la eterna candidata al Nobel se ha publicado en algunas colecciones juveniles en Europa, pero siempre ha estado un poco «al límite». No es de extrañar, porque Puro fuego (Foxfire) contiene un torrente de escenas de violencia gráfica que casi sobrepasa a otras novelas claramente adultas de la autora, como Violación: Una historia de amor o Nosotros los Mulvaney. Puro fuego cuenta la historia de una banda de chicas en los años 50 y su camaradería, forjada para combatir los abusos de los hombres y las injusticias, que degenera en una espiral de violencia que incluye prostitución y asesinatos.
5. La amiga estupenda, de Elena Ferrante.
Los críticos y el público están confusos respecto a la identidad de Elena Ferrante, pero en general se ha metido a ambos en el bolsillo. Este libro es el primero de la llamada «tetralogía napolitana» y habla de los años de infancia de los dos personajes principales, Lila y Elena, en un barrio humilde de Nápoles, ciudad que se convierte en la verdadera protagonista de las novelas. Su título en italiano, L’amica geniale, hacía referencia a la gran inteligencia de ambas chicas, una cuestión que está continuamente en juego en el libro —¿a qué debemos aplicar nuestra inteligencia? ¿Hasta qué punto se nos permite hacerlo?— y que por desgracia no refleja la traducción en castellano.
6. El ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys.
Tomando prestado un personaje secundario de una novela clásica británica, Jane Eyre, de Charlotte Brontë, Jean Rhys escribe una especie de «precuela» absolutamente contemporánea acerca de «la loca del ático» y la razón de su encierro. La novela repasa la historia de los criollos en Jamaica y toma prestados varios elementos del vudú y de la propia Jane Eyre para hablar de la desigualdad, la asimilación cultural, el machismo y la pertenencia.
7. Las crónicas de Avalón, de Marion Zimmer-Bradley.
¿Libros fantásticos en esta lista? Sí, ¿por qué no? Igual que a una adolescente interesada por las distopías le puede venir bien leer Los desposeídos, la magistral obra de Ursula K. LeGuin, una amante de la fantasía de inspiración céltica puede encontrar más que interesante esta versión del mito artúrico contada desde la perspectiva de Morgana. Las crónicas de Avalón se componen de cuatro novelas en las que los personajes legendarios cobran una profundidad inusual y en las que se contrapone la caída del matriarcado céltico frente a los valores patriarcales del cristianismo. Zimmer-Bradley fue una de las autoras de fantasía y ciencia ficción más reconocidas de forma internacional, y hoy día sigue siendo alabada por su perspectiva inclusiva del género.
8. Persépolis, de Marjane Satrapi.
La gran novela gráfica de Marjane Satrapi ha sido adaptada al cine y obtuvo el Premio del Jurado en el Festival de Cannes, a la vez que desató las protestas del gobierno iraní. Con un dibujo icónico que se basa en la línea clara y el blanco y negro, la autora relata con honestidad la historia de su vida desde su nacimiento en Irán hasta el estallido de la revolución islámica, su exilio en Francia y sus posteriores intentos de regreso al hogar. La revista Newsweek le otorgó el puesto n.º 5 en su lista de mejores libros de no ficción de los años 2000.
9. Buenos días, tristeza, de Françoise Sagan.
La jovencísima Françoise Sagan saltó a la fama con esta obra semiautobiográfica y con un estilo impecable en 1954, cuando solo tenía dieciocho años. En ella prefiguró buena parte de lo que serían las características de sus obras posteriores: los personajes burgueses y amorales, enfermos de spleen, las relaciones familiares complejas y un mundo que, a pesar de su glamour y su abundancia, esconde turbios secretos.
10. Beatriz y los cuerpos celestes, de Lucía Etxebarria.
No podía faltar en la lista uno de los libros más icónicos de los 90. Posiblemente la mejor novela de la autora, una provocadora nata de la Generación X, Beatriz obtuvo el premio Nadal en 1998 y fue alabada por público y crítica. Es la historia de una joven que huye de su ciudad, Madrid, y del amor no correspondido que siente por su amiga Mónica, para tratar de encontrarse a sí misma en la fría y gris Edimburgo. Una historia adelantada a su tiempo que despliega un torrente de lenguaje coloquial, problemas con las drogas y los amores obsesivos que marcarían muchas obras –y vidas– de la década de los 2000.
11. Memorias de una joven formal, de Simone de Beauvoir.
Simone de Beauvoir fue una de las pioneras de la nueva ola del feminismo, catedrática en La Sorbona y pensadora existencialista junto a su compañero Sartre, pero no todo el mundo sabe que también escribía ficción. Tiene varias novelas dignas de mención; por ejemplo, su obra Los mandarines obtuvo el premio Goncourt y describe el incierto panorama ideológico de la izquierda después de la Segunda Guerra Mundial a través de unos personajes que son trasuntos de los propios pensadores existencialistas de la época. Memorias de una joven formal, a pesar de ser una autobiografía (junto a tres otras partes; de Beauvoir no se caracteriza por su brevedad), utiliza tantos recursos narrativos y omite tantas partes de la vida de la propia Simone de Beauvoir que se lee mucho más como un libro de ficción que como una obra documental. Perderse en los pensamientos de una de las mentes más preclaras de la Francia de posguerra, que desde la más tierna edad ya lamentaba ser tratada como un objeto o un animal, es recomendable para cualquiera para quien lo personal sea político y viceversa.
12. Kitchen, de Banana Yoshimoto.
Esta novela breve de la que entonces no era más que una gran promesa de la literatura japonesa incluye muchos elementos similares a las novelas de Haruki Murakami; en particular, los personajes estrambóticos y obsesivos, lo sobrenatural como otra cara de la realidad y el sentido de la maravilla en los lugares comunes. En Kitchen, una chica se muda a la casa de un joven amigo, Yuichi, mientras intenta superar la muerte de su abuela.
13. Relatos africanos, de Doris Lessing.
Doris Lessing (a quien el premio Nobel le sorprendió volviendo a su casa, ya anciana, y dijo «¿a estas alturas?») pasó gran parte de su vida en una granja en Rodesia del Sur. Sus Relatos africanos, que pueden encontrarse en un solo volumen o en varios (con el título de Cuentos africanos), son una oda a un estilo literario maduro y seguro de sí mismo, a la vez que recogen toda serie de experiencias vividas en estas tierras y pintan un impresionante retrato al óleo del África poscolonial.
14. Claudine en la escuela, de Colette.
Aunque se recuerda a Colette, sobre todo, como una autora de novela erótica, las novelas de Claudine resultan hoy en día más bien cándidas en ese sentido, pero describen muy bien las contradicciones y la doble moral de la sociedad burguesa de la Francia de principios de siglo. En Claudine en la escuela, la decepción sentimental que vive la protagonista al ser rechazada por su profesora marca el resto de su aprendizaje (o desaprendizaje) erótico.
15. Una habitación propia, de Virgina Woolf.
En estos tiempos en los que predomina la lectura ultrarrápida, hace falta un poco de paciencia para leer las obras más reflexivas, como las de Simone de Beauvoir o la modernista-deconstruccionista Virginia Woolf. Sin embargo, la lectura de la exquisita Una habitación propia (a medio camino entre el ensayo, la novela y cualquier otro género) lo merece. Esta obra es vital en tanto que reflexiona sobre el rol de las mujeres en la cultura y su aportación. Se dice que cuando una adolescente la agarra, no la puede soltar. Para bien.