Por qué «¡Sí, mi capitana!» es ese libro que amas u odias

Aviso: Este artículo incluye contenido sexual explícito.


Llevo preparando esta publicación un tiempo, pero me ha costado la vida terminarla. He tenido un verano ajetreado y llevo todo el mes de septiembre de ferias con Café con Leche (KBOOM!, AnsibleFest…). Entre la actividad editorial, mi vida personal (que no para nunca) y que se me ha ocurrido, contra todo pronóstico, ponerme a reescribir una novela antigua (!), algo tenía que resentirse y ha sido este blog. Espero ponerme al día en lo que queda de año.

Hoy os voy a hablar de esa otra novela que tengo y a la que suelo dedicar menos tiempo que Un pavo rosa, básicamente porque mi relación con ella es mucho menos intensa: ¡Sí, mi capitana! (Café con Leche, 2016). Tengo la sensación de que mucha gente la observa con miedito desde la distancia sin decidirse a leerla o no. A ver si este artículo os ayuda a decidir, porque reconozco que es el libro más polarizado que he publicado hasta la fecha. (Pero eso es porque no habéis leído aún lo que tengo entre manos.)

Opiniones de «¡Sí, mi capitana!» en Amazon. ¿Esto no debería hacer una curva convexa? O sea… no una curva en los extremos.

Mi novela de piratas solo parece tener dos tipos de público: ese al que le encanta desde el minuto uno y ese al que no le gusta nada desde el minuto uno (o dos). Cinco estrellas o una estrella. Y creo que entiendo por qué, así que voy a intentar explicarlo. ¡Dentro vídeo!

Cubierta de «¡Sí, mi capitana!» dibujada por PREZ.

Whaddafuck is #Símicapitana?

¡Sí, mi capitana! es una novela erótica escrita por mí, ilustrada por PREZ y publicada en 2016 por la editorial Café con Leche como una de sus primeras obras de narrativa «larga» (tampoco es tan larga, en realidad; poco más de 50.000 palabras). La historia probablemente os suene: es una reinterpretación erótico-festiva de la historia de las piratas Anne Bonny y Mary Read con algunos de los personajes que se mencionan en Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas (1724), la obra de referencia atribuida a Daniel Defoe.

En ¡Sí, mi capitana! salen las dos mujeres piratas (por supuesto), sale Calicó Jack, sale su némesis John Barnet y salen un montón de secundarios coloridos como Rita, la mascota, el viejo contrabandista Guido Marcellesi o el aguerrido pirata Juan Nadie. En mi versión, Mary Read es una joven inglesa culta y valiente, algo ligera de cascos, a la que secuestran unos piratas gritones y multicolores. Dichos piratas la utilizan para encontrar la localización exacta del snark, un monstruo que oculta un tesoro en las profundidades del mar Caribe.

Por supuesto, en el bajel de Jack Rackham y Anne Bonny, el Vanidoso (no me invento nada, se llamaba así), impera el amor libre y el derroche de un BDSM muy festivo en el que las esclavas, que lo son porque les da la gana, llevan escasas ropas furries y se pasean de un lado a otro calentando a la tripulación, que anda más salida que el bauprés de un velero bergantín. Pero mientras los piratas son muy felices follando, buscando tesoros y escapando de las incursiones de la Armada, el gobernador de Jamaica contrata a un antiguo almirante de gesto adusto y pinta de chulazo salido de cómic de Ralf König: John Barnet, para que le traiga por fin la cabeza de Calicó Jack. Y Barnet acepta, porque tiene cuentas personales que ajustar con él.

La novela también contiene algunas ilustraciones maravillosas en el interior. Aquí os pongo la que quizá es mi favorita.

Yo escribo todo esto y sonrío, pero entiendo que otras personas, esas a las que les gustan sus lecturas menos locas, puedan fruncir el ceño de antemano. Porque aunque la historia de Anne Bonny y Mary Read se ha contado muchas veces (y con no pocas licencias), entiendo que hay quien hubiera preferido una novela histórica más al uso. Y aunque hay mucho fan de ese supuesto romance entre ellas (que sí, ¡también es el núcleo de este libro!), el hecho de que yo retrate esa relación como más o menos poliamorosa y encima lo haga con guasa tira para atrás a cierto público.

Básicamente: si te rompió constatar que Un pavo rosa NO es la típica novela de adolescentes que se enamoran poco a poco y se besan a escondidas, sino una especie de comedia del absurdo bastante bestia, no creo que esta novela vaya a ser para ti tampoco. De hecho, no sé bien qué haces aquí, pero sigamos con el elemento más visible del libro.

¡Esa cubierta!

¿No debes juzgar un libro por su cubierta? Pues ¡Sí, mi capitana! ha sido juzgado y condenado, y también admirado y venerado, por esa ilustración de cubierta tan magnífica y llamativa que realizó PREZ a partir de cuatro indicaciones mías. Contempladla en todo su esplendor. No es de extrañar que la hayamos utilizado como póster e insignia en muchas ferias de Café con Leche, porque nos representa.

La ilustración contiene toda la información sobre la historia: informa de que es una novela de piratas (por la vestimenta de Anne Bonny y el tricornio en la cabeza de Mary Read), pero también te dice que esta va a ser una novela erótica: no solo por la desnudez de Mary y por la pose de ambas, sino también por esa correa que Mary lleva al cuello y que sugiere algo de BDSM. Pero es que, además, el resto de elementos de la cubierta también están relacionados con la historia: la espada, las velas (que crean una iluminación perfecta) e incluso un atisbo del famoso monstruo marino a través de las ventanas.

A mí la cubierta de ¡Sí, mi capitana! me encanta. Pero a pesar de que hice muchísimo hincapié en que no se viera ni un pezón, hay gente a la que le sigue pareciendo… demasiado explícita. Después de todo, hay dos señoras, una está desnuda (por mucho que no se vea nada) y se miran lujuriosamente. ¡Eso es guarro! ¡Eso es una cerdada!

Creedme cuando os digo que esta cubierta ha hecho que la gente, en las ferias, se apartara de repente de nuestro puesto. Ha hecho que grupos enteros se quedaran riéndose tontamente frente al cartel. Ha hecho que algunos libreros se hayan reído en mi cara. Otros ponen el libro bien escondidito en un rincón. Otros aprovechan para recordarme de vez en cuando que es un libro que no les gusta, sin leerlo, solo porque tiene esta ilustración en la cubierta.

Baste decir que no puedo comprar anuncios en redes sociales que incluyan la cubierta de ¡Sí, mi capitana! porque quien quiera que apruebe los anuncios, y he probado varios medios, considera que el contenido es demasiado explícito y podría herir la sensibilidad de los usuarios. (Sí, a mí tampoco me cabe duda que otro gallo cantaría si se tratase de un hombre y una mujer.)

¿Entonces es un fracaso?

¿Quién ha dicho eso? No. Tampoco sería tan terrible si lo fuera, pero para nada. A pesar de todo esto o precisamente contra todo esto, ¡Sí, mi capitana! es un libro que vende bien, tanto en papel como en digital, y un título que suscita interés. Los datos siempre son relativos, pero baste decir que es uno de los títulos mejor vendidos de la editorial. Oh, yeah. 🙂

Como editora, es un libro que me gusta porque siempre vende algo (también en las librerías que lo critican). Como autora, es un libro que me gusta mucho porque la relación dinero producido – (tiempo invertido + esfuerzo emocional) es claramente positiva. Sinceramente, quiero más libros como ¡Sí, mi capitana! en mi vida. Libros que no me cuesten un horror y en los que plasme todos mis traumas, sino libros con un mensaje positivo, que me haya resultado divertido escribir y con los que otras personas se lo pasen bien.

Del mismo modo que hay gente que se espanta al ver la imagen de la cubierta, me consta que hay personas que visitan el puesto de Café con Leche precisamente porque tenemos ese libro expuesto. Y del mismo modo que hay personas que nunca harían clic en una portada de ese tipo, las hay que lo hacen de inmediato, porque… ¡quieren leer sobre piratas y señoras que se miran lujuriosamente! Y lo entiendo, ¡porque yo lo haría!

Yo iría a esto como las moscas a la miel. Otra gran ilustración interior de PREZ.

Algunos de estos lectores son los que más se han entusiasmado después. Porque ¡Sí, mi capitana! tiene todo lo que puede molestar a ciertos sectores y todo lo que otras personas pueden venerar, puesto que no hay tantos libros de este rollo y, si te gusta, probablemente te guste mucho. Voy a seguir desmenuzando por qué.

Es una novela porno, Harold

En ¡Sí, mi capitana! hay sexo. No solo eso. Hay mucho sexo. Pero hay que ser un poco peculiar para sorprenderse teniendo esa cubierta y esta cita de apertura:

«Cuenta la leyenda que los mares del Caribe estuvieron poblados por los personajes más pintorescos durante los siglos XVII y XVIII […]. Entre ellos, los piratas eran de los más temidos y a la vez los más fascinantes. Se dice que la famosa pareja de piratas compuesta por Jack Rackham y Anne Bonny, descrita ya en Johnson, 1724: 75, celebró a bordo de su barco una orgía compuesta por nada más y nada menos que 70 personas entre mujeres indígenas y marineros. Otro rumor fue que Mary Read, quien viajó durante un tiempo con ellos disfrazada de hombre, logró ocultar su sexo en algunas de las situaciones […] más comprometidas imaginables».

C. L. Dodgson, Una historia jugosa de la piratería (1876)

(Sí, soy muy friki. Si sabes por qué lo digo, te quiero mucho. Para el resto: por supuesto que esa cita es inventada. Aunque podría haber escrito ese libro y yo me habría reído. La cita de Johnson, sin embargo, es real.)

¡Sí, mi capitana! es una novela erótica, lo que quiere decir que ese es el elemento más importante de todos (y tiene otros). ¿Que no es una novela erótica, me dices? ¿Que lo suyo es muy fuerte y que por eso es pornográfica? Bien, como prefieras: es una novela pornográfica.

A estas alturas, creo que está claro que escribo y publico cosas donde hay sexo. Sin embargo, por mi experiencia, la erótica es más bien el género de los diletantes, de esos que «les dan a todo» y de vez en cuando producen algo con contenido sexual explícito. Pero es difícil mantenerse exclusivamente en el género erótico, por la sencilla razón de que, por mucho que nos encante el sexo, lo mucho empalaga.

Una novela erótica, que no un simple relato o una escena, no es tan fácil de llevar. ¿Sabéis lo que es estar en bata, cansada del trabajo o recién levantada, sintiéndote la persona menos sexy del mundo, y tener que escribir una escena donde tres personas follan hasta el éxtasis? Je. Pues así fue mi vida el verano que escribí ¡Sí, mi capitana! Digamos que acabé con muchas, muchas ganas de leer a Asimov, ¡pero tampoco preveía que los lectores se empacharan leyendo la historia de principio a fin!

Mi idea con ¡Sí, mi capitana! fue hacer algo que además de cachondo fuera divertido (que te rieras), emocionante (que lo vivieras) y reivindicativo (que dejara clara mi postura respecto a la sexualidad y su disfrute). Básicamente, que tuviera algo más aparte de las escenas de sexo, que estaba claro que iba a tener. No hablo ya de argumento, porque soy de las que creen que todas las novelas lo tienen y a las novelas eróticas se les critica mucho esa supuesta falta de sustancia, cuando nos ventilamos unas historias de cartón piedra en otros géneros que tiran para atrás. Quería darle a la historia de Anne y Mary cierto toque de misterio, de pique, de una historia que quieres saber cómo acaba más allá de si la prota termina boca arriba o boca abajo.

Quise escribir el tipo de novela erótica que a mí me habría gustado leer: una historia de piratas con mucha acción, personajes con matices y un montón de escenas de sexo. Cargué las tintas en ese sentido porque fue lo que se me pidió, porque esta novela la escribí originalmente para una colección de un sello más grande y fue lo que querían. Si lees ¡Sí, mi capitana! esperando que haya sexo solo en un par de momentos cumbres y sin describir mucho, como en Un pavo rosa… bueno, entonces mejor no la leas, porque es otro rollo por completo.

¡Cómo hablan!

—¿Qué hacéis ahí en la puerta? —preguntó Anne Bonny a los marineros—. Si os llamo, es para algo, ¿no os parece? ¿Tanto tiempo lleváis en el mar que habéis perdido la capacidad de reaccionar ante una chica en esta postura? Fijaos en ella. Esta muchacha se merece un castigo ejemplar. Quiero que os acerquéis a ella y la miréis bien; no como a la chica que conocéis, sino pura y simplemente como un coño a cuatro pa­tas. Quiero que miréis lo que Jack le está haciendo y colaboréis. Tenéis todo el permiso del mundo. Azotadla en el culo hasta que se le quede rojo. Lamedla hasta que se vuelva loca de deseo. Y abridle las nalgas hasta que quepa dentro de ella cierta vela que se le ha ocurrido tomar con tanta ligereza. […]

Bueno, aquí la distinción entre erótica y pornografía. Sinceramente: para mí es ambas cosas. Cada uno escribe la erótica que le gusta o que le pone. Cuando escribí ¡Sí, mi capitana! yo estaba a lo mío y creo que no pensé lo suficiente en algo que me ha sucedido toda la vida: que lo que yo considero solo «atrevido» resulta para otras personas excesivo, grosero e impensable.

Desde el principio tuve claro que ¡Sí, mi capitana! iba a ser muy porno. Por utilizar metáforas cinematográficas, yo no iba a enfocar la cortina ondeando cuando a la protagonista le comieran el coño, sino que iba a enfocar la comida de coño. Y, de paso, la cara y las emociones reflejadas en ella, que es algo que a mí me pone mucho. Pero el coño también, y los pelos y los jugos y la lengua y los labios y los ojos de la otra persona, y la corrida u orgasmo o como os apetezca llamarlo. Creo que veis por dónde voy.

Lo sé, lo sé. Toma aire despacio.

Comenzamos, entonces, con que a la mayoría de personas que hayan dado un bote con los párrafos de arriba les va a entrar difícil (bueno, quizás con tiempo y vaselina) una novela que cada dos por tres se rebaja a este tipo de lenguaje y a los primeros planos. No, no es sutil porque nunca quise que lo fuera. Es guarrindonga, kitsch y exagerada, como las novelas eróticas clásicas y el hentai, del que bebe bastante. Y sí, Anne Bonny habla muy sucio, pero es que a mí me gusta que me hablen así, sobre todo si es una mujer como Anne Bonny. Pero entiendo que no todo el mundo es igual. Y, desde luego, lo que tengo comprobado es que lo que las personas dicen de forma informal o lo que les pone mucho en la cama luego les horroriza si lo ven escrito.

Así que empezamos con un enfoque con el que la mitad del público se echa para atrás o se abanica, incluso ese que se dice que nada le asusta. ¿Podía hacer algo más para horrorizar al posible lector? ¡Pues claro que sí!

¡Aaaah! ¡Penes!

Me cansa mucho la división que todavía tenemos entre literatura LGBT+ y los libros «normales». Esta división es parte de la razón de que muchos libros considerados literatura lésbica tengan que tener, por narices y para complacer a su lectora, al menos tres o cuatro escenas de sexo explícitas en una historia que suele estar tan llena de azúcar que empalaga. Pero ojito, amiga. Escenas de sexo desenfrenado, pero entre las protas. Siempre entre las protas. Y escenas llenas de amor y de miradas tiernas y de susurros de «te amaré siempre», que todo el mundo sabe que eso es lo más bonito del mundo.

Ay, omá. Que no la habían advertido que esto era porno para gustos bisexuales y se ha gastado cuatro euros. Deshonra sobre mi vaca.

Por desgracia, se da la circunstancia de que soy bisexual y me gustan también los hombres. Hay bastantes de nosotras. También hay heteros que prueban cosas y lesbianas a las que no les desagrada leer o ver cosas, pero hoy por hoy en la literatura romántica y erótica hay una división que ríete tú de ciertos muros. Parece que, si escribes romance entre dos mujeres, como yo suelo hacer, las pobres no pueden tener un solo roce con otras Y ANTE TODO Y SOBRE TODO CON OTROS en todo el libro.

Me lo cargué todo con ¡Sí, mi capitana! porque estaba apelando, supongo, a ese gusto pornográfico-bisexual del comentario que destaco (y sí, a mí también me hace gracia la expresión). Tiene escenas entre mujeres. Tiene escenas entre hombres. Tiene escenas entre hombres y mujeres. Tiene escenas entre mujeres que fingen ser hombres con hombres. Tiene escenas con todo y de todo, porque a mí me gusta prácticamente TODO, y lo que no me gusta al menos me evoca curiosidad, y me pareció interesante tantear mis propias fronteras mediante la narrativa. (Sí, las tanteé. Hubo una escena en particular que dudé en incluir: la de Mary y el snark. Ya me habéis hecho decirlo.)

Suponía que, de entrada, a mucha gente le interesarían más unas escenas que otras, pero lo que no sabía era que algunas mujeres iban a rechazarlo de plano por «haber mezclado contenidos». Chocante. Creo que el libro es bastante evidente en sus descripciones y sus primeras páginas, pero la virulencia con la que lo han tratado algunas lectoras heterosexuales solo es comparable a la virulencia con la que lo han tratado algunas lectoras lesbianas. Si eres de virulencias, no te compres el libro. O devuélvelo, que las compras en digital se pueden devolver muy fácilmente, y evita ponerle una estrella al pobre solo porque salen penes.

Los misteriosos usuarios de Google Play (yo al menos no conozco a ninguno) deben de tener más sentido del humor que ciertas lectoras de Amazon.

¡La Mary es una guarra!

Sí, en alta mar el agua es un bien escaso. Es algo que se comenta en varias ocasiones en la novela. Anne riñe a Jack por lavarse poco. Tampoco se puede beber agua, hay que beber alcohol y preferiblemente ponerse piripi (como yo cuando escribía la novela).

Tonterías aparte: Mary es la protagonista de una novela porno y yo no escribo novelas porno de protagonistas que tienen diecinueve años y no saben lo que es un orgasmo, como la Anastasia Steele de Cincuenta sombras. Para mí, la clave es que Mary se lo pasa francamente bien y en el transcurso de la historia crece como personaje.

Yo la veo feliz, desde mi perspectiva pornográfico-bisexual, claro.

En este artículo comenté que el tropo de la niña buena mancillada, además de ser machista, está ya demasiado visto en la pornografía. Por eso lo utilicé de forma consciente en ¡Sí, mi capitana! para expresar lo que para mí es evidente: que en Mary no hay nada que mancillar, no hay nada que humillar, porque ella no tiene nada que temer que los otros no teman y porque a pesar de su apariencia, de su inexperiencia y de su juventud, es el personaje más fuerte: mucho más que Rita, que Jack y, en el fondo, que Anne, la dómina de corazón blando.

Pero si a mí me han dicho que la agarran y la zurran y la atan y…

Sí, sí. Y aquí otra gracia que yo metí tan feliz en la novela y que no tiene por qué gustarle a todo el mundo: ¡Sí, mi capitana! es BDSM. Buena parte de la sexualidad descrita en la novela se basa en que a Mary su capitana la «obliga» a hacer todo eso y ella descubre que es maravilloso, que no la degrada como persona y que no compromete en absoluto las cualidades que ella tiene o los sentimientos que puedan estar surgiendo entre ambas.

El BDSM de ¡Sí, mi capitana! es bastante light, en mi opinión, en parte porque es positivo, alegre y reivindicativo. (Porque, repito, aún no habéis visto las cosas que escribo cuando no soy positiva.) Pero hay fustas, dildos, collares, correas, rosarios que sirven para atar manos (!), azotes y probablemente muchas otras cosas que se me olviden.

Aquí hay un romance, pero también una historia que explora los matices de la dominación y sumisión sexual. Es un tema que me interesa mucho, sobre todo porque hay muy, muy, muy poca literatura que yo conozca que lo trate de forma positiva o siquiera con una mínima profundidad. Estoy cansada de violaciones y abusos en la erótica narrados por personas que confunden el tocino con la velocidad. Así que esta novela, a pesar de tener todas las papeletas, no contiene una sola escena de abuso real.

Os garantizo que nadie hace daño de verdad a Mary (de la forma que pensáis) en esta historia. El desafío fue precisamente construir eso, y hablar del placer de Mary, a partir del tropo de la «pobre chica secuestrada por piratas que la convierten en un juguete sexual». De hecho, hay dos escenas que me gustan especialmente: una, la del intercambio de roles entre Anne y Mary como señal de que la confianza entre ellas ha llegado hasta ese punto; y dos, otra en la que la gracia está en que precisamente lo que parece Mary desde fuera es una pobre chica secuestrada y convertida en objeto sexual, un prejuicio que ella manipula en su favor. Mary no es un objeto. Solo es una sumisa a la que le gusta que traten como tal.

Esto es algo más normal, pero aun así, el consenso brilla por su ausencia.

Tanto Anne como Jack comparten una larga historia de disfrute de la compañía de sus «mascotas». A la vez, la relación de Anne y Jack tiene mucho de juego erótico, de unos roles en perpetua evolución que se cimentan en el cariño mutuo. Y, cuando Mary entra en juego, se cuestionan muchas cosas, como por ejemplo: si la mascota es quien tiene el poder sobre la capitana, ¿quién es la esclava de verdad, la mascota o la capitana?

Diana, a mí lo erótico no me va

Con esto último no contaba. Quizás podría haber intuido todos los demás puntos y decidí no hacerles caso. Pero, cuando comencé a publicar erótica —un género, como ya he dicho, bastante agradecido desde el punto de vista económico y emotivo—, me sorprendió que algunas personas fueran así de tajantes. Diana, es que a mí lo erótico no me va. Uh, ¿pero lo erótico no le gusta a todo el mundo? Pues oye, no.

Aquí no hay mucho que hacer. Sí es cierto que existe un prejuicio, similar al que otras personas tienen con la ciencia ficción o con los autores patrios, que es el de pensar «a mí no me va esto» cuando realmente no has leído nada de ese palo, o lo has leído sin saber que lo era (quizás disfrazado de romántica o de ficción literaria). A ver, a mí tampoco me va todo lo erótico. Hay novelas con mucha carga erótica que no me han gustado NADA.

La erótica es algo personal, pero creo que le tenemos un respeto excesivo como autores y como lectores. Pocas veces una novela erótica es solo y exclusivamente sexo. Y, además, es ridículo tenerle miedo a una novela erótica si te ventilas fanfics porno explícitos de la muerte, que sí, son de tus personajes adorados, pero te los lees por la chicha, no me vengas con zarandajas. Y no tiene nada de malo. Solo que a lo mejor también puedes sentir esa conexión con otros personajes.

Pero, por supuesto, no le recomendaría ¡Sí, mi capitana! a alguien que me diga que no le gusta leer escenas de sexo. Porque se basa en eso. A menos que seas una persona maravillosa y te lo leas porque francamente te gusta cómo escribo o cómo desarrollo los temas, que las hay.

Mírala a ella, qué maja.

En suma: ¡Sí, mi capitana! es lo que es. Es una novela muy hentai, con grandes cantidades de sexo, con BDSM y con penes (y coños). Pero también es una novela de humor y de aventuras y mi forma personal de explorar un romance entre dos chicas con un patrón de dómina y sumisa. Las personas a las que más les gusta han abrazado esta dualidad y sintonizan con ella. Diría que es algo similar a lo que sucede con Un pavo rosa, solo que con géneros totalmente distintos: si intentas leerla con expectativas rígidas acerca de lo que «debería ser», es probable que te choque o te moleste, porque no es eso. No podría serlo aunque quisiera.

Eres tú quien tiene que decidir dónde están las fronteras de tu comodidad y hasta qué punto te interesa una historia como esta. Yo lamento de corazón los sonrojos y las decepciones, pero no voy a disculparme por crear la erótica que a mí me gusta leer. Por su parte, esta publicación está dedicada a la pequeña y activa cohorte de fans de este libro, esos que me preguntáis desde hace tiempo «para cuándo la segunda parte». La habrá, la habrá… 😉


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Cómo escribir un relato erótico (y no parecer virgen en el intento)

Este es un artículo que publiqué por primera vez en 2002 en mi antiguo blog, estrambotica.com, bajo el seudónimo de Elenis. Ha sido reproducido decenas de veces en otros sitios web, incluidos foros y listas privadas. Aunque di permiso para que se distribuyera libremente, no pensé que la gente fuera a eliminar mi autoría, a modificarlo suprimiendo las partes espinosas o a utilizarlo para promocionarse, como de hecho ocurrió. Esta es la versión original del artículo tal Y como se publicó el 13 de marzo de 2002, con la puntuación corregida y algunos términos actualizados. Sorprende que, más de quince años después, gran parte de su contenido siga vigente.


CÓMO ESCRIBIR UN RELATO ERÓTICO

Y no parecer virgen en el intento

Autora: Diana Gutiérrez (Elenis), www.dianagutierrez.net

[versión 3.1]

Nota: Estos consejos parten de una óptica totalmente subjetiva. Las personas somos diferentes y vivimos nuestra sexualidad de múltiples maneras. Lo que una considera excitante, otra puede verlo asqueroso.

La erótica es un género que me gusta especialmente: Elenis loves sex. Llevo cultivando el relato erótico bastantes años, aunque desde un enfoque un tanto personal. En este tiempo, he tenido ocasión de leer muchas cosas, e incluso replantearme la función del erotismo en este planeta azul donde vivimos.

Estas reflexiones fueron motivadas por la visita a cierto foro de “relatos eróticos” de cuyo nombre no quiero acordarme. Lo que encontré allí superaba mis peores expectativas: eran puras fantasías porno sin un ápice de imaginación, con toda la pinta de haber sido escritas por un ordenador (metes una lista de nombres, verbos y adjetivos al tuntún, agitas y voilà).

Realmente me parece muy triste que se utilice la expresión “relato erótico” para eso. ¿No lo podrían llamar “letras para chavales que quieren hacerse una paja con lo primero que pillan” o “escenas sin sentido obscenas”, que hasta rima?

Bueno, es problema de la gente contentarse con esas cosas. El caso es que yo no me contento, y antes que leer esa basura me pongo a admirar una foto de Kirsten Dunst (que me excita diez veces más). Sin embargo, me dije: “coño, ¿y si resulta que hay gente con mucho potencial pero que no tiene muy claro cómo plasmarlo?”; “¿y si, después de todo, los que entran allí no son solo pajerillos de tres al cuarto, sino gente que no encuentra lo que está buscando?”. Así que, en un desvergonzado intento de hacer gala de mi pedantería, intenté reunir unos parámetros —que ni siquiera yo sigo siempre— que considero más o menos básicos para los que cultiven (o pretendan hacerlo) este género literario.

1. Antes que nada, planteaos si queréis escribir erótica o pornografía. No hay nada de malo en escribir un relato pornográfico; yo, por ejemplo, tengo alguno en mi haber, y hay historias muy buenas —y muy excitantes— en las que la línea de separación entre lo erótico y lo porno se difumina. Es difícil establecer con claridad qué corresponde a cada concepto, y más ahora, cuando la moral sexual está por suerte cambiando. Pero en la práctica general, cada cosa tiene sus reglas.

El erotismo es delicado y sensual, sugiere más que muestra, hace metáforas y analiza sentimientos. Da y pide calidad. La pornografía —“descripción de lo obsceno” — es más instintiva y ruda, muestra todo, utiliza un lenguaje directo y simplista y se rige por la cantidad. El erotismo insinúa; la pornografía describe en detalle. Un sólido hilo argumental (incluido el “argumento” del propio acto sexual), en el que otros temas tienen tanta importancia como la propia descripción de los actos, corresponde al erotismo. Cien orgasmos bestiales entre expresiones como “polla de 30 cm”, “se corrió en mi boca”, pertenecen al campo de la pornografía.

2. Dad a vuestra historia una base sólida. Ponerse a escribir una historia con la única meta de describir actos sexuales es válido, pero suele cantar mucho. Es como “blablablá, blablablá, Y YA!!! SE METEN EN LA CAMA!!!”. Suele ser de gran utilidad hacer consideraciones previas de tipo literario. ¿Qué tipo de narrador y qué puntos de vista vamos a emplear? ¿Cuánto tiempo transcurre en la historia: minutos, semanas, meses? ¿Cómo vamos a narrar ese tiempo? ¿De qué manera el espacio refleja los temas que se tratan? Ese esquema inicial será crucial en la narración.

Asimismo, dotad de una cierta redondez o profundidad psicológica a vuestros personajes. Huid de los tipos: la erótica es uno de esos géneros a los que les sienta muy mal la superficialidad. La experiencia sexual nunca es igual, como no lo son los lugares, los participantes o las prácticas que se lleven a cabo. No penséis solo en quienes van a follar como personajes-tipo. ¿Quiénes son esas personas? ¿Cómo son? ¿Qué les lleva a tal situación, y por qué?

3. Mantened un tono: que la forma refleje el fondo. ¿Qué queréis decir con la historia? ¿Es el encuentro furtivo entre dos desconocidos que jamás volverán a verse?, ¿la experiencia solitaria de una púber?, ¿el tenso triángulo amoroso entre una mujer, su marido y su amante? Uno debe buscar el concepto original de su relato: por ejemplo, en estos casos podrían ser la fugacidad del deseo, la pérdida de la inocencia y la infidelidad. Cada uno de ellos debe ser tratado de una manera distinta, con lenguajes particulares, utilizando técnicas y recursos tan dispares como el humor, la hipérbole, el flashback o analepsis, el empleo del diálogo en vez de la descripción…

Asimismo, la creación de climas y ambientes según el significado de la narración es vital. No es necesario que un simple polvo nos haga reflexionar sobre el sentido último de la existencia, pero sí que un toqueteo entre unos amigos de toda la vida no se parezca en nada al arrebato de una señora mayor que se folla al jovencito del que estaba enamorada.

4. Huid de estereotipos como de la mierda. Por favor. La mayoría son sexistas, clasistas y ridículos, cuando no directamente humillantes, y constituyen un insulto para el lector inteligente.

  • Regla de oro: Jamás toméis la limitada gama del porno comercial como referente.
  • El manidísimo tema de la “niña buena” dulce y pura que es pervertida, y que se atormenta diciéndose «oh qué guarra soy, qué sucia», y sufre todavía más al darse cuenta de que realmente le gusta lo mucho que se la guarrean, es lo peor. No solo da la imagen de que todas las mujeres, en el fondo, son unas putas; también va asociado con el pensamiento de “aunque diga que no, yo sé que le gusta”. Hay que tener un sadismo exacerbado para disfrutar con esta tortura de la chavala, y para mí sexo es jolgorio, no daño. Además, este argumento no tiene nada de intrigante: se sabe de antemano que todos acabarán tirándosela.
  • Las mujeres pueden follar. No solo están ahí para lucir lencería y ser folladas. Asimismo, el hombre no empieza y termina en su pene.
  • No fetichicéis. Pollas largas, tetas enormes, depilaciones de inhóspitos lugares, tacones de aguja, nancygirls que siempre llevan ropa “uy-dios-mío-lo-voy-enseñando-todo”… Todo eso que la pornografía ha calificado como “sexy” es cultural, y como tal, puede no gustarle a todo el mundo. Antes que basaros en elementos impositivos, ajustaos a la forma de pensar de vuestros personajes y a la situación.
  • Asimismo, tampoco mitifiquéis situaciones. Por ejemplo, nuestra cultura tiene obsesión con todo lo que comprenda la “primera vez” (yo también confieso mi devoción, influencia del slash). Pero no os ciñáis a eso: tan interesante puede ser la primera como la quinta o la sexta, porque cada una puede ser primera en su estilo.
  • En el sexo, se musitan frases que no tienen sentido, uno se cambia de posición, se dice “así no”, uno se puede cansar, una persona se puede correr y otra no, alguien se puede poner a fantasear con otras cosas, se puede decir “me estás haciendo daño” y uno no se suele correr dando tales berridos que despierta a todo el vecindario. Es decir: la experiencia sexual puede resultar mucho más realista si se adereza con estos pequeños toques y no se queda en el campo de lo distante e ideal.
  • El dirty talk solo tiene sentido cuando los personajes ya se conocen un poco. Dos personas que tenían reparos a la hora de tocarse no van a empezar con una verborrea “¿te gusta, verdad? Yo sé que te gusta” nada más empezar. Suelen existir cosas llamadas pudor y falta de confianza.
  • El final feliz y la experiencia que siempre resulta la más gratificante de toda la vida de los participantes. ¿Alguien podría introducir algún cambio en esto, ejem? ¿Es que no existe el sexo mal hecho, o el dolor emocional (o físico), o siquiera un final que no sea “y comieron perdices”?

5. Describid con profusión y sensualidad. No tengáis miedo de narrar después del “fundido en negro” si es justo lo que buscáis. ¡Fuera contenciones! Utilizad adjetivos sugerentes, narrad acciones y percepciones simultáneas. Tenéis que convertiros en los cinco sentidos de los personajes del relato. Vuestra propia historia ha de excitaros, si no de una manera puramente física (aunque si es también física, mejor que mejor), al menos de forma espiritual. Lo ideal —y lógico— es que al leer una exaltación de la carnalidad todos salgamos con ganas de tener sexo.

6. Mantened un cierto grado de credibilidad para una persona media. O sea, no exageréis. Usualmente, las chicas de dieciséis años no salen a la calle sin ropa interior y participan en orgías junto al mercado con desconocidos. Claro que puede ocurrir, pero sería mucho más creíble que la chica saliese con sus bragas puestas y follara con un exnovio en un callejón oscuro cerca del mercado. A la vez, es bastante ilógico que un chico se encuentre a su hermano en la cama y acceda a encularlo sin más preámbulos; ¿qué opinan ambos del incesto? ¿No siente el chico rechazo?

Y como estas, cien: mujeres multiorgásmicas que se desmayan y siguen follando, jóvenes que se suicidan tras hacer el amor, candelabros que se meten en vaginas cien veces más pequeñas… Cuidad de no tener una visión distorsionada del sexo: vuestras historias deben ser plausibles. Si vais a introducir elementos fantásticos o extremos, hacedlo con mesura.

7. Si escribís más de una escena erótica, o varias historias, variad los elementos. Es algo importantísimo. Todos tenemos nuestros kinks, o pequeños fetiches: situaciones que nos gustan más que otras, parejas que nos excitan, posturas y prácticas que nos agradan… y no es extraño que nos encontremos describiendo cosas parecidas casi con las mismas palabras (esto les ocurre hasta a los escritores profesionales).

Pero el sexo está lleno de potencialidades. Dad alas a vuestra fantasía: esforzaos por salir de vuestras preferencias y explorar nuevos territorios. Introducid temas diferentes, ricos, sin prejuzgarlos. Son fantasías. No vais a pervertiros por hablar de una experiencia de sexo en grupo. (Nota obligada: tampoco os tiene que gustar vuestro propio sexo por el simple hecho de que os excite leer o escribir una historia sobre una relación homosexual. Somos humanos, carajo.)

8. Tened cuidado cuando flirteéis con el sexo no consensuado. Creo que no se le da suficiente importancia a esto. En la vida real, una agresión o un abuso sexual SIEMPRE constituye una experiencia traumática, y personalmente encuentro grosero que alguien la describa como sexy o excitante (véase el tema de la niña buena en 4 y toda una tradición literaria y audiovisual que erotiza la violación de las mujeres). Muy bien, los relatos eróticos son solo fantasías y bla, bla, bla, pero dicen BASTANTE de los complejos de quien escribe.

Por lo general, yo no disfruto con la idea de que alguien fuerce a otro a hacer algo que no quiere. Sin embargo, he leído cosas que trataban el tema de la violación desde perspectivas paralelas: los sentimientos que podrían llevar a una persona a ello, la recuperación del afectado, la participación en el acto de personajes no humanos y que por tanto no sienten de la misma forma, etc. En este caso, el asunto entra dentro de un marco más amplio.

A la vez, hay toda una serie de eventos que bordean el abuso sexual y que se tratan a menudo en las narraciones eróticas. Ocurre cuando la persona no es del todo consciente de lo que (se le) está haciendo: efectos de drogas o alcohol, control mental, hechizos mágicos… También existen veces en que la persona consiente a duras penas, como es el caso de la presión psicológica o los “tratos” tan habituales en el cine.

Todo lo que puedo decir al respecto es: cuidado. De estos temas pueden salir historias muy eróticas y muy bien escritas, dominaciones tan sutiles que rebosan morbo o fantasías algo tabúes que resultan estimulantes, pero… hay que ser muy ducho al escribirlos, y tener en cuenta que el lector puede no estar identificándose con el morbo que creemos que tiene la historia, sino con el dolor y la humillación del afectado.

9. Clasificad vuestras historias, marcando especialmente las parafilias. Muchas personas leen una historia buscando algo en concreto, y esto no tiene nada de malo. Especificad los personajes y las parejas formadas (“pairing” lo llamamos en el slash; por ejemplo, Missy/Torrance :)), o la identidad sexual de los mismos (en un trío: nene+nena+nene). Si la historia está MUY orientada al sexo, también deberíais hacer una referencia a las prácticas que se llevan a cabo. Hay una serie de códigos anglosajones al respecto que podemos castellanizar, como una historia oral/anal/orgía/gay/hetero, que habría de contener todos estos elementos. Pero sobre todo, avisad al lector de lo que va a encontrar. Los slashers siempre ponen un par de frases al principio, del estilo de “aquí hay nenes follando con nenes y nenas follando con nenas. Si no te gusta, no sigas”. De la misma forma: “aquí hay sadomaso”; “aquí hay disciplina inglesa”; “aquí hay zoofilia”; “aquí hay scat (coprofagia) y lluvia dorada”; “aquí hay tortura y snuff” (¿¿quién querría escribir snuff??)…

Lo que nos lleva a un punto colindante con 8. Sin ánimo de coartar la creatividad de nadie, algunas cosas pueden llegar a ser no solo denigrantes para la raza humana, sino también ilegales. Por mucho que te apetezca escribir sobre la violación de una niña, podrías dar con tus huesos en chirona si alguien lee eso y en tu país está penado.

10. Informaos sobre el otro género. Hombres y mujeres somos mucho más parecidos de lo que algunos creen, pero también somos diferentes físicamente. Hay gente que pretende escribir sobre otros géneros sin tener siquiera idea de su anatomía, proporciones o actitudes culturales.

En este último aspecto, se suele masculinizar en exceso a las mujeres (ej.: presuponer que están siempre dispuestas a hablar de guarrerías, cuando existe todo un bagaje cultural que lo impide) y feminizar a los hombres (ej.: los hombres, por lo general, no rompen a llorar en cuanto algo les sale mal, tienen costumbre de reprimir sus sentimientos).

Si vais a narrar un encuentro homosexual entre personas de un género que no es el vuestro —caso de chicos que escriben sobre lesbianas, chicas con historias m /m…—, ocupaos de que lo que está en vuestra imaginación tenga algo que ver con la realidad.

11. Vigilad la ortografía, la gramática y la semántica. Por favor. No os cuesta nada pasarle un corrector ortográfico a vuestro texto, buscar una palabra en el diccionario o poner puntos, comas y mayúsculas donde sea necesario. Sed claros y concisos en la construcción de las frases. Vigilad la ilación y la estructura: no saquéis consoladores de la nada, a menos que los personajes estén haciendo magia. Si no estáis seguros del significado de una palabra, sustituidla por un sinónimo. Sed conscientes del sentido general. Y sobre todo, naturalidad: no pretendáis dar una impresión excesivamente culta o rebuscada. La sinceridad es una de las mayores cualidades a la hora de escribir.

12. Asumidlo, es ficción. La tontería de empezar como si la historia fuese un reality show (“Hola, me llamo Pepita y esto me pasó hace un mes con mi amiga Susanita. Me da mucha vergüenza contarlo pero lo voy a hacer, y además, con profusión de detalles”) me pone de mal humor. ¡¡¡ES FICCIÓN, COÑO!!! El hecho de que un relato se presente como “real” no lo hace más excitante, excepto tal vez para algún bobo que realmente se crea que Pepita (Paquito en su vida privada) va por ahí contando sus experiencias en los foros.

La literatura es ficción: como decía Onetti, “mentir bien la verdad”. Yo busco en una historia que sea interesante, excitante y que esté bien escrita, y me importa un carajo si ha ocurrido de verdad o no. Es más: prefiero la ficción que se presenta con valentía como tal. Y me trae al fresco la vida de Pepita o lo que pueda hacer con su amiga Susanita, porque para mí ambas son en ese momento personajes, no personas reales. Como veis, no soy amiga de los docu-shows y defiendo la validez de la fantasía por sí misma.

Mi amigo Alcibíades añade por mail tres recomendaciones más que suscribo, a saber:

  1. La lectura de libros de buena literatura erótica.
  2. Inspirarse preferentemente en experiencias (vitales o sexuales), o en las propias imaginaciones. “Situar las acciones, los personajes, las cosas, en un contexto que conozcamos por haberlo vivido, soñado, imaginado o estudiado”.
  3. Escribir ante todo para que las cosas le gusten a uno, “porque si no, difícilmente se podrá escribir algo bueno”.

Mucha suerte (y mandadme vuestras obras ;)),

Diana Gutiérrez


Buena parte de los tropos que menciona este artículo los subvertí en mi novela erótica ¡Sí, mi capitana! (Café con Leche, 2016), que se inspira en el tropo de la niña buena pervertida para empoderarla. Es una novela de piratas que mezcla aventuras con escenas de sexo muy explícitas y diferentes.

también edité la antología erótica Cuando calienta el sol (Café con Leche, 2014), una colección de relatos erótico-pornográficos diversa y plural. Habréis notado cierto énfasis en las posibilidades del sexo con participantes «no humanos». Si os interesa, compradla y leed mi relato, Alienígenas bisexuales del espacio exterior.

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