Soy fan de la antigua She-Ra y la nueva serie me ha encantado

(Aviso: Esta publicación contiene spoilers de la primera temporada de She-Ra y las princesas del poder. Si aún no la has visto… ¿¿¿por qué aún no la has visto???)


Hace no mucho tiempo se filtraban las primeras imágenes del reboot de She-Ra y a la niña que yo fui le resultaban curiosas. En particular, esa falta de pechos de la que había sido una princesa guerrera hipersexualizada y con tacones (¿quién va a pegar guantazos con tacones?). El diseño de los personajes de esta versión se parecía más al de Steven Universe, con gente redondita y ojos grandotes. No lo veía mal, solo distinto. «No tiene que gustarte a ti, tiene que gustarles a las niñas de ahora», leí al respecto, y estuve muy de acuerdo.

¿Esta es la nueva She-Ra? Está muy... tapada.

¿Esta es la nueva She-Ra? Está muy… tapada.

Hace aproximadamente treinta años (qué vieja soy), yo tenía una muñeca rubia con una capa roja y una tiara dorada con la que jugaba a ir por ahí salvando a gente y destrozando cosas. También tenía un muñeco de Skeletor y un tigre verde que le servía de montura a She-Ra; sabía que en realidad era el tigre de su hermano He-Man, pero a mí Swift Wind me parecía ya un poco over the top con esos colores y esas alas. Me encantan los pegasocornios, pero mi She-Ra era una tía ruda, así que agradecía que montase un bicho algo más rudo.

Veía de vez en cuando una serie llamada He-Man and the Masters of the Universe, y también otra que se llamaba She-Ra: The Princess of the Power. Para mí eran una especie de continuum, aunque entendía que la primera estaba centrada en el príncipe Adam y He-Man y la segunda en la princesa Adora y She-Ra. Pero aunque protegían reinos distintos (Eternia y Etheria: EXTREMADAMENTE DISTINTOS HASTA EN EL NOMBRE), todo parecía muy similar. Bueno, en She-Ra había más chicas y más colorines, ya está.

Sin embargo, lo que recuerdo más eran los cómics. Yo era una niña muy lectora y en aquella época mi familia tenía problemas para abastecerme de libros y cómics. Gracias a estos, le cogí mucho cariño a un personaje que apenas recordaba de la serie: Catra. La pobre se llevaba todos los palos. ¿De qué sirve ser mala si los malos te toman por el pito del sereno y She-Ra te hace picadillo cada vez que te ve? ¿De qué sirve molar tanto, convertirte en gata (haciendo feliz a mi alma furry) y ser mala de narices cuando no te toman en serio?

Esta era mi antigua Catra. Iba a todas partes con Clawdeen, su león ROSA. Tengo este cómic.

Esta era mi antigua Catra. Iba a todas partes con Clawdeen, su león ROSA. Tengo este cómic.

Así que la incluí en mis juegos, aunque sin muñeco. Catra era la aliada de Skeletor y quería pegar a She-Ra. O She-Ra le pegaba a Skeletor y rescataba a Catra. Porque Catra me daba ternurita y quería lo mejor para ella. Y porque me gustaba que She-Ra la rescatase. En fin, esas cosas que sabemos pero aún no sabemos.

Flash-forward treinta años, al lanzamiento de la nueva serie de She-Ra en Netflix producido, para mi sorpresa, no por Rebecca Sugar (Steven Universe), sino por una dibujante de cómics de 26 años (o sea, una persona que no estaba NI VIVA cuando YO veía She-Ra) con escasa experiencia en el audiovisual: Noelle Stevenson, la creadora de Nimona y Leñadoras. O es realmente muy buena en lo suyo o en Dreamworks TV ha habido nepotismo a muerte.

Mientras yo todavía estoy pensando en si debería acercarme a este remake que ya me han dicho que no es para mí, sino para las niñas de ahora, mi Twitter enloquece y empieza a llenarse de fotos de una chica-gato que le pone ojitos a una Adora con cola de caballo. Y a la niña que yo fui (a la niña que aún soy) es como si le clavaran una flecha en el corazón. Esas son Catra y Adora, treinta años después de cuando yo jugaba con mi muñeca de la capa roja.

OK, decidido. Veré el reboot de She-Ra.

Eso son argumentos y no todo lo demás.

Eso son argumentos y no todo lo demás.

Y ahora, trece episodios después, puedo decirlo: She-Ra y las princesas del poder —así se llama la nueva serie, énfasis en el plural— es una pasada. Es TODO lo que a mí me gustaba de She-Ra cuando era niña y también TODO lo que no vi y me habría gustado ver.

Por supuesto que no es la She-Ra de entonces, pero yo ya iba con la idea de que ni lo era ni tenía por qué serlo. De hecho, me ha sorprendido que fuera tan fiel en algunos aspectos. Y el resto de cambios son a mejor. Solo habría querido algo más de presupuesto en el tema gráfico y, aun así, creo que la serie se ha manejado relativamente bien con las escenas de acción. En lo básico, She-Ra sigue siendo lo que yo recordaba: una historia de aventuras y de enfrentamiento entre el bien y el mal en la que la heroína se transforma en una princesa con una espada mágica. Ni más ni menos.

¿Y por qué esta versión es mejor? Pues os lo explico, personaje a personaje.

Adora

She-Ra mola mucho, pero en esta serie hay mucha más Adora que She-Ra. Y no es la «princesa Adora», sino más bien «Adora, la excadete de la Horda que se convierte en la princesa legendaria She-Ra». Lo cual está MÁS QUE BIEN, porque así Adora tiene margen para ser Adora y mostrar sus debilidades, sus miedos, su ansiedad y, en suma, para ser un personaje más o menos complejo y no estar todo el rato salvando el mundo.

¿Esta espada hace algo de verdad o es solo para hacer bonito?

¿Esta espada hace algo de verdad o es solo para hacer bonito?

Esta versión de Adora me ha recordado bastante a Buffy Summers (de Buffy Cazavampiros). Ambas son chicas idealistas y ambiciosas que reciben un don que las hace increíblemente fuertes, pero que también resulta una carga difícil de llevar, y que solo salen adelante gracias a sus amigos. Pero al contrario que Buffy, Adora ha sido parte de «los malos». Como antigua soldado de la Horda, ha sido educada en un ambiente muy estricto que ha potenciado su utilidad militar y estratégica. Por eso Adora intenta responder a los problemas con una sobreplanificación y es incapaz de relajarse. Algo que al final se vuelve contra ella, porque ella no es así, es intuitiva y no cerebral. Pero está ese toque de tener que llegar a todo y tener que hacerlo todo (y, a ser posible, ser la mejor).

Yo no recordaba en absoluto a la Adora «parte de la Horda» y me ha dejado perpleja saber que en la serie original también era así. Pero tiene sentido que no lo recordara, porque nadie hacía referencia a esa etapa que, sin embargo, HABÍA SIDO CASI TODA SU VIDA. En esta serie todo le recuerda a Adora que ha formado parte de la Horda hasta hace muy poco, y sobre todo, la presencia constante de su aminemiga favorita.

Catra

Sobre Catra podría escribir párrafos y párrafos, pero básicamente: alguien —diría que la supervisora de Noelle Stevenson— ha sido la misma niña que yo, ha tenido unos sentimientos parecidos por Catra y ha decidido que iba a convertirla en la principal villana de la historia manteniendo su toque patético y abrazable e incluso redimible en el futuro (o, al revés, con potencial de convertirse en más mala aún que Hordak).

Y a alguien, seguramente esta mujer a cuyos pies me postro, se le ocurrió que la enemistad entre She-Ra y Catra era mucho más potente si Adora y Catra habían sido amigas en el pasado. Reescribe eso: Si Adora y Catra lo habían sido todo la una para la otra en el pasado.

"¡Adora, deja ya esto y vámonos a casa!".

«¡Adora, deja ya esto y vámonos a casa!».

En este punto creo que ya no es tan importante definir si lo que hay entre Adora y Catra es/fue amor o si es solo una amistad intensita reconvertida en enemistad igual de intensita. Vale que la serie da una cantidad de guiños para el shippeo Catra/Adora (a.k.a. Catradora) que casi te tumba, pero la serie en general permite ver a muchos de los personajes como gays o bisexuales a poco que tengas las gafas puestas (más sobre esto en breve). Lo más importante es que las dos son personajes complejos con problemas e intereses muy diferentes y, a la vez, que ha quedado establecido que cada una de ellas es la principal debilidad de la otra. Siempre que mantengan las temporadas sucesivas en esta órbita, yo seré feliz.

Catra es uno de los personajes escritos con más cariño y me complace ver que la necesidad obsesiva de reconocimiento del personaje original también está presente aquí, acrecentada además por el trato diferente que ha recibido por parte de distintos miembros de la Horda, sobre todo por Shadow Weaver. Esta Catra está dividida entre su afecto por Adora (que intenta enterrar una y otra vez, pero ay, nunca termina de estar superado) y sus celos, su envidia, su negatividad, su falta de autoestima y sus propias ganas de mandarlo todo a la mierda.

Es una Catra que da mucha ternura y a la vez también te horroriza y te exaspera. Una fina línea difícil de mantener y que, como es de esperar, también me recuerda al personaje de Faith en Buffy Cazavampiros. Por eso lo único que me mataría con Catradora sería que hicieran como en Buffy: ignorar de repente que ha existido todo eso porque tenemos cosas más importantes de las que hablar, como por ejemplo, un personaje masculino que intenta demostrar todo el rato que se ha redimido. Eso no, por Dios. Eso nunca. En serio, antes que eso, matadla.

Mucho bastoncito, Catra, pero en realidad no te he visto usarlo más que en los entrenamientos.

Mucho bastoncito, Catra, pero en realidad no te he visto usarlo más que en los entrenamientos.

Yo quiero que esta Catra se redima, pero no creo en las redenciones automáticas y mucho menos cuando los personajes se meten hasta el cuello en un arco de descenso a la oscuridad. She-Ra (Adora) ya ha salvado a Catra en varias ocasiones, como hacía también en mis juegos cuando era niña. Ahora le toca a Catra salvarse a sí misma, si lo desea. O morir de exceso de poder, como Shadow Weaver.

Shadow Weaver

Sabía que me gustaba Shadow Weaver, pero no sabía cuánto podía llegar a gustarme. Mi recuerdo de Shadow Weaver era un poco como el de Catra, aunque acrecentado por el respeto que me provocaba el hecho de que nunca había visto su rostro y que esta mujer ya llevaba mucho tiempo sirviendo a la Horda. No era redimible, ni ganas.

No bromees con ella.

No bromees con ella.

Esta Shadow Weaver se ha ganado mi corazón como villana egoísta y cruel, pero no exenta de sentimientos. Que se pone a morir cuando Hordak le grita como si fuera una becaria que ha hecho algo mal. Que se horroriza de pensar que las niñas que ella misma tiene domadas puedan ver su rostro deformado. Que comete (MUCHOS) más fallos de los que debiera porque no hace lo que predica y se deja llevar por sus propias debilidades y obsesiones.

No estoy segura de si solo conservaba a Adora por el poder futuro que le prometía o si realmente había llegado a tenerla en mucha estima; en cualquier caso, como con el Catradora, lo mucho que le importa Adora y lo mucho que desprecia a Catra es canon. Como lo es el hecho (un tanto creepy) de que toca a las niñas todo el rato y que algunos de sus gestos después los imita Catra con Adora. Eso… eso mejor lo dejo para un fanfic.

Bow y Glimmer

Sobre Glimmer, mi mente es un desierto. No tengo recuerdos de ella, así de sencillo. Quizá por eso me ha gustado su personaje en esta versión de She-Ra, aunque no hasta el punto de fascinarme como Catra, Adora o Shadow Weaver. Pero es muy bonito que haya un personaje cuyo arco personal sea el de superarse a sí misma y vencer las dificultades, que en el caso de Glimmer comienzan en la propia casa. A Glimmer la vamos a ver haciéndose muy fuerte en muchos sentidos y, por supuesto, como vamos a lo que vamos y a mí me encanta el drama, espero ver su amistad con Adora puesta a prueba del mismo modo que ha habido un amago en esta temporada con Bow.

El gran poder de Glimmer es brillar.

El gran poder de Glimmer es brillar.

Hablando de Bow: lamento muchísimo la pérdida de ese bigote que era su seña de identidad, pero entiendo que no habría casado bien en un trío protagonista de adolescentes. Este Bow conserva las cualidades con las que yo le recordaba, la bondad y la generosidad. ¿Quién no querría ser Bow o tener un amigo como Bow? Es un personaje con un corazón tan grande que ilumina el camino para todos allá donde va. Y, sorpresa, ¡no hace falta que esté enamorado de She-Ra para que esto suceda!

Las otras princesas y lo muy-gay-que-es-todo

A estas alturas, creo que ya lo he dicho, pero haré hincapié en el tema: sí, en esta She-Ra es todo muy gay y eso es genial. Cuando digo medio en broma que algo es «muy gay» quiero decir lo siguiente:

  • Contiene representaciones de afecto, atracción, etc. entre personajes del mismo género. Por ejemplo, si hay dos chicas, no están compitiendo entre ellas todo el rato o hablando de un tercer personaje masculino. Caso de Catra y Adora. (Que, en realidad, también compiten, pero no por la aprobación de ningún señor.)
  • Personajes del género opuesto pueden ser amigos. Caso de Bow y Adora. (El caso de Glimmer y Bow es más complejo, pero amigos son.)
  • Los personajes masculinos tienen muestras de ternura o debilidad. Caso de Bow, pero también de Sea Hawk, al que NO RECUERDO siendo especialmente tierno en la serie original.
  • No hay absolutamente ningún problema si a un personaje le da por llevar un tipo de ropa u otra (como que Catra vaya en traje al baile o que Bow prefiera llevar la barriga al aire).
  • No hay absolutamente ningún problema si dos chicas o dos chicos deciden bailar juntos, hacerse mimitos, si se rescatan de algún bicho chungo, etc. Caso de… toda la serie. Desde Sea Hawk rescatando a Bow (y no a ninguna de las chicas), pasando por Catra bailando con Adora o Netossa y Spinnerella CASADÍSIMAS en la batalla final.
  • Hay una cierta sensibilidad a la hora de mostrar diferentes formas de ser, culturas y, frecuentemente, también distintas razas o cuerpos, simplemente porque estamos más entrenados para ver y representar la diversidad.
  • Hay una cierta sensibilidad kitsch que permea la obra, como si esta se permitiera mostrar muchas cosas que otras se censuran. Desde un humor un poco tontuno hasta personajes fascinados por los caballos, pasando por espadas arcoíris o bailes con luces de colores. Y esto entronca bastante bien con la serie original, que no era precisamente un prodigio de sobriedad.

Para los ajenos a esta forma de hablar, cuando decimos «muy gay» solemos querer decir simplemente que algo es inclusivo y diverso. Y esta She-Ra se lleva la palma en eso. Apruebo muchísimo que no todas las chicas tengan el mismo tipo de cuerpo y, SOBRE TODO, que no vayan en tacones. Apruebo muchísimo que haya más tonalidades de piel. Apruebo muchísimo a Scorpia, toda ella, TODA. Apruebo a Entrapta, a Frosta, a Perfuma, a Mermista… porque cada una tiene su manera de ser y un diseño único.

YO TAMBIÉN QUIERO PROTESTAR. ¡A mí me ha gustado!

Y esta es la gran potencia de esta serie respecto a la She-Ra original. Quizás a los que somos algo mayores el dibujo no nos llame tanto (aunque tiene mucho sentido que, si los personajes son más pequeños, también el trazo sea más infantil), pero no se puede negar que han hecho esfuerzos para reflejar una amplia gama de chicas, todas diferentes, todas poderosas y todas con sus neuras. Eso era algo que simplemente no tenía el original y que a muchas de nosotras nos ha faltado creciendo. ¿Por qué mi She-Ra montaba el gato de He-Man? ¿Por qué mi She-Ra rescataba a Catra?

De pequeña, a mí me faltaban estas narrativas y de alguna manera tenía que incluirlas. Me faltaba una She-Ra musculosa pegando puñetazos a los soldados de la Horda a falta de espada (¡ASÍ SE HACE!). Me faltaban una Adora que no sabe relajarse, una Glimmer que discute con su madre, una Catra con un pasado coherente, un Bow capaz de mostrar sus sentimientos… y por qué no, una Adora y una Catra compartiendo una aminemistad de lo más intensita en el centro.

Esta She-Ra me ha encogido el corazón, porque era lo que habría querido ver hacía mucho tiempo. He leído que algunos de los antiguos fans de She-Ra están decepcionados con el reboot de Noelle Stevenson. Yo no, y quiero que se me cuente también. Soy consciente de que no soy el público objetivo, pero esta She-Ra tiene todo mi cariño y toda mi aprobación.

Aparte, por supuesto, de que estaré impaciente hasta que salga la próxima temporada y que, cuando Catra y Adora vuelvan a enfrentarse, voy a ser la primera que junte las manos y lo pase mal, pero que muy mal, extremadamente mal-bien por las dos.

¡Ánimo, chicas! Vendrán mejores tiempos.

¡Ánimo, chicas! Vendrán mejores tiempos.

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Teaser del acto II de Un pavo rosa

¡He terminado el acto II de Un pavo rosa! Aquí está.

Había que imprimirlo para dar fe, pero la impresora de mi curro se ha quedado muerrrta con semejante taco de folios.

¿Queréis leer algo? ¿El primer capítulo? Vamos con algo más visual, mejor. Estas son Álex y Nick con el atuendo que llevan en parte del acto II y vistas por la increíble tableta de dibujar de Henar Torinos.

No sé cómo lo ha hecho, pero a esa Álex le daba yo un muerdo.

Nick con un traje. Esto es… es… ES.

¿Qué os parecen? ¿Mucho cambio en poco tiempo? Hombre, tan poco no será, ¿habéis visto que a Nick le ha crecido ya su melena a lo tazón? Y la Gran Pregunta: ¿QUÉ DEMONIOS UTILIZARÁ ÁLEX PARA ALISARSE ASÍ EL PELO? ;D

Ahora bien: si volvéis al taco de folios (después de admirar los dibujos), es posible que veáis una duda con el subtítulo. Es la primera de muchas. Porque de esta versión, aproximadamente un 50% será descartado, enviado a la papelera (azul) y convertido en pulpa para imprimir catálogos del Media Markt.

Que no cunda el pánico. Yo escribiendo soy una «pintora al óleo». Suelo escribir mucho y no siempre encuentro a la primera lo que quiero decir, o más bien lo que la obra ha decidido decir. (*) Entonces pongo otra capa de pintura más definida encima, a menudo tapando lo que ya había hecho. Y voy añadiendo capas y capas hasta que el conjunto está más o menos completo. Por supuesto, en las sucesivas revisiones se va desechando material; es lo lógico, aunque a veces todavía me pica deshacerme de esa escena que tanto me gusta y hago la trampilla de ponerla en otro sitio o convertirla en algo diferente (pero con la misma línea de diálogo).

«Terminar» una novela, en mí, que tengo este estilo de escritura y que además me dedico a hacer NaNoWriMos, significa más bien: «Producir una cosa que se podría leer desde el principio hasta el final sin demasiados fallos de coherencia». Énfasis en podría y en demasiados. Porque este acto II tal como está, maaadre mía. Si dieran un premio a las subtramas peor resueltas, estaría nominado de fijo. (En mi defensa debo decir que Un pavo rosa tiene un montón de personajes. Pero sí, ya sé que no es excusa para dejar una trama más colgada que un cuadro solo porque había que llegar al clímax).

En suma, esta versión aún no es Un pavo rosa (Acto II), sino una especie de amago de lo que será. Bueno, si estiro la pata, mi pareja tiene permiso para pasársela a todos los que necesiten saber cómo acaba la historia de Álex y Nick, pero salvo caso de extrema necesidad, no creo que sea necesario hacer pasar a nadie por esto. A estos folios les falta toda la revisión que les hará pasar de «cosa que más o menos cuenta la historia» a una novela. Y llegaremos a ello, poquito a poco: todavía queda mucho 2017 por delante… 🙂

(*) Si hablo de forma tan impersonal, es porque no puedo evitar la sensación de que las historias, en muchos casos, están ahí para ser descubiertas y relatadas; y que son mejores cuanto más se adecuan a lo que quieren decir. Como decía Michael Ende, es necesario encontrar el tono de la historia, pero cuando llegas a ese tono adecuado, la historia se hace real. Yo identifico «tono» con algo musical. Y como soy tan negada para la interpretación, tengo que tocar muchas notas antes de llegar a esa tonalidad cristalina.

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Cuando yo escribía fanfiction: de Xena, Buffy, Harry Potter y el femslash

Ilustración de Santi Casas.

Ilustración de Santi Casas.

Esta ilustración que ha publicado Paz Alonso y algunas sesiones de tele y mantita me han despertado la nostalgia. No es ningún secreto que yo escribía fanfiction de diversas series y que buena parte de ella era femslash, es decir, sobre relaciones entre chicas. De hecho, puede que aún encontréis alguna historia mía dando vueltas por ahí; antes la gente era bastante dada a copiar y pegar sin muchas preguntas. (Hoy se lo agradezco, porque cuando te explota el portátil es bonito que haya copias de tus viejos fics en alguna parte.)

De los comentarios de mis fics solo recuerdo dos cosas: una, la gente decía que yo escribía bien, al menos en comparación con la media; y dos, ya escribiera comedias o dramones, mis perspectivas solían ser demasiado «originales» o «peculiares» para convertirse en mainstream. Todo lo poco mainstream que pudiera ser un fanfic, claro. Ah, bueno, también recuerdo que cuando escribía sobre relaciones heterosexuales o relaciones entre chicos tenía muchas más visitas y comentarios. Nada fuera de lo habitual.

Aunque también escribía cosas sobre personajes de Enid Blyton y alguna fumada sobre personas reales —la mayoría de las cuales no llegaron a publicarse nunca—, para mí hubo tres series principales en la fanfiction. Quizás sea un poco exagerado hablar de cambiarme la vida, pero sí que hubo un antes y un después. Fueron las series de televisión Xena: Warrior Princess (1995-2001) y Buffy the Vampire Slayer (1997-2003) y, claro está, la saga literaria Harry Potter (1997-2007).

Aunque me gusta mucho el producto en sí (yo soy de las que tiene las temporadas originales en DVD y todas esas cosas), para mí lo divertido siempre fue el fandom: las interacciones entre los fans, el mundo particular que creábamos los fans y, por supuesto, la fanfiction. Si me preguntaran qué prefiero, si quemar Harry Potter para siempre o quemar todos sus fanfics, creo que salvaría los fanfics con gran dolor de mi corazón. Sí, había mucha mierda, pero también verdaderas maravillas que han quedado en mi recuerdo. En algunos casos he tenido que pararme a pensar si algo ocurría realmente en la serie o si lo leí en un fanfic. Por ejemplo, para mí la película de Lost Boys (Jóvenes ocultos) incluye a Buffy y a Faith, porque así fue como lo leí por primera vez… y pese a haberla visto, me cuesta hacerme a la idea de que no es así.

La princesa guerrera

En el caso de Xena y de Buffy, ambas series tenían varias cosas en común: una protagonista fuerte e independiente, con sus más y sus menos; un presupuesto limitado que convertía todo lo que hacían en «serie B», algo que también iba en consonancia con su espíritu; y bastante rollo bollo, fuera explícito o implícito. No voy a negar que era parte de su encanto y de la fascinación que ejercían en mi yo adolescente.

No sé si yo miro con esa cara a mis amigas, pero si es así, no me extraña la fama que me echan.

No sé si yo miro con esa cara a mis amigas, pero si es así, no me extraña la fama que me echan.

Xena: Princesa Guerrera fue la abanderada de lo que muchos fans entendíamos por «subtexto«. Hace mucho, mucho tiempo, cuando los dinosaurios poblaban la tierra, las series casi no tenían personajes homosexuales. Xena y Gabrielle mantenían una bonita relación que, a todas luces, no era más que una maravillosa amistad. Solo las personas retorcidas como yo veíamos en ella una relación romántica. Bueno, las personas como yo y casi todos los implicados en la producción de la serie, desde los guionistas hasta las propias actrices, que jugaban a tensar la cuerda de cuánto podían mostrar de la vida en común de Xena y Gabrielle sin decirnos directamente que estaban liadas.

Se acercaron mucho, muchísimo. Con ellas y con otros personajes. Pero nunca despejaron del todo la incógnita. Solo el día en el que se emitía el capítulo final de Xena fue Lucy Lawless y dijo «creo que mi personaje ha salido del armario». ¡A buenas horas, mangas verdes! En fin, nos hizo un Dumbledore en toda regla. Mientras tanto, Gabrielle y Xena se besaron como poco unas tres o cuatro veces en la serie, siempre con alguna excusa que se hacía ridícula de tan poco que se sostenía.

xenacallisto

Hudson Leick de Callisto luchando contra Xena. Luego se hizo profesora de yoga. NO ES BROMA.

La elegida contra los vampiros

Si bien con Xena siempre me quedó un regusto un poco amargo por su final y por el hecho de que no se atrevieran a decir abiertamente lo que era más que evidente, mi relación favorita en Buffy Cazavampiros nunca fue canónica y me da igual. Visto lo que hicieron con las últimas temporadas, a mi juicio las peores de la serie, casi estoy contenta de que nunca se atrevieran a explorar las luces y sombras de una relación entre las dos cazadoras, Buffy y Faith.

Buffy y Faith, del amor al odio no hay más que un paso. Mucho antes del Spike/Buffy.

Buffy y Faith, del amor al odio no hay más que un paso. Mucho antes del Spike/Buffy.

Sí, de nuevo se acercaron. Fueron conscientes. Por supuesto que eran conscientes. Tenemos más besos (estos en la frente, aunque en el guion se proyectó un beso en la boca que no llegó a mostrarse), más diálogos con dobles interpretaciones, más luchas de ahora te quiero y ahora te odio. Pero era Buffy, era la protagonista, y ya iba bien con que Willow aguantase todas las escenas lésbicas de la serie. (Dos cosas con Willow: una, perdieron una oportunidad de oro de representar un personaje bisexual, que habría tenido sentido por su historia y porque el fandom de Buffy era mucho más bifriendly que el de Xena; y dos, no, matarle a la novia y reemplazarla por esa otra que era una especie de Faith en miniatura no fue gran idea. Los fans de Willow nunca perdonaron esa muerte de Tara. Sin que a mí me emocionara la pareja Willow/Tara, fue feo.)

Buffy y Faith en ese baile que se marcan antes de que se desmelenen y... maten a alguien.

Buffy y Faith en ese baile que se marcan antes de que se desmelenen y… maten a alguien. Problemas de cazadoras.

Joss Whedon y sus colaboradores son perversos polimorfos que, ya a finales de los 90, entendían perfectamente que el fandom se alimentaba de todas las metáforas y los dobles sentidos, así que los explotaban a muerte. La propia serie de Buffy era una metáfora con patas del instituto como un lugar infernal. Siempre entendí que, para ellos, la relación entre Buffy y Faith no era más que otro de sus muchos juguetes. Aunque, sinceramente, molesta un poco que luego en los cómics vaya Buffy, nuestra cazavampiros superhetero, y se acueste con una cazadora que no es Faith. Creo que Joss Whedon no le perdonó a Eliza Dushku eso de que los abandonara para filmar la serie Tru Calling.

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«¿Vamos a cazar vampiros, B?».

El niño mago

Pero si hablo de perversos polimorfos, solo se me ocurre un lugar donde lo que comenzó como una saga infantil se convirtió en el reino de las combinaciones inesperadas y los argumentos sorprendentes: Harry Potter. El fandom de Xena tenía simpatías evidentes por el BDSM. El fandom de Buffy era muy bifriendly y era capaz de extraer subtexto de parejas que yo jamás habría imaginado.

Nada de esto me habría preparado para la vasta diversidad del fandom de Harry Potter. Veelas enamoradas, planes secretos en el n.º 13 de Grimmauld Place, directores de Gringotts volviéndose locos… Nada. Aquí los personajes se emparejaban como por arte de magia (¡ja!) y era posible inventarse todo un pasado de quien no había dicho más que dos palabras en el último libro. Una locura fantástica.

El fandom de Harry Potter es una gran rayada. Imagen de Inganah.

El fandom de Harry Potter es una gran rayada. Imagen de Inganah.

No tengo ninguna pareja de chicas favorita en Harry Potter, aunque he leído muchos fanfics con Hermione. Tampoco es una saga que predisponga especialmente al femslash, como sí lo hacían Xena y Buffy, aunque eso nunca ha detenido a los escritores de fanfic. Años después de que se publicara el séptimo libro pensé que, como mucho, yo shippeaba un Harry/Ron/Hermione, en términos románticos o amistosos. Creo que la propia autora llegó a una conclusión más o menos parecida después de ver las películas, al menos por las palabras que dedicó al Harry/Hermione, pareja de la que siempre había abominado.

Los fanfics que escribí sobre Harry Potter son los más experimentales de todos los que hice, seguramente porque su fandom fue, para mí, el más subversivo de todos. En estos años fui consciente de que la fanfiction se me había quedado pequeña. Recuerdo que planeé un fanfic en el que exploraba la forma en la que vivían su «otredad» las chicas no blancas de Harry Potter a través de lo que comían o cocinaban: Parvati y Padma, Angelina, Cho y Blaise (que en esta época aún no sabíamos si era chico o chica). Erm, interesante. Pero quizá un poco demasiado para un fanfic. Por mucho que me fastidie, lo que se buscaba en la mayoría de fanfics eran largas sagas románticas sobre el personaje o personajes de tu elección, no experimentos literario-culinarios.

Ahora que, finalmente, el mundo editorial ha acogido y celebrado la fanfiction más o menos camuflada; ahora que libros como Cincuenta sombras de Grey o Fangirl son éxitos de ventas; ahora que se escriben las «historias del personaje X» y se publican como libros aparte; ahora que lo que entendíamos como «copias» hoy son «homenajes» y explotar las alternativas de un universo no es exprimir la gallina de los huevos de oro, sino brindar otras perspectivas legítimas, me sonrío. Porque todo esto me suena muy conocido y, la verdad, está bien que por fin haya llegado al mainstream.

Me pregunto, eso sí, dónde está la frontera. Porque si yo escribiera una historia sobre dos chicas que cazan vampiros y resulta que se odian pero en el fondo se quieren y hay brujas y fantasmas y zombis y amigos frikis con muchos traumas y esas cosas, todo el mundo reconocería al instante de dónde viene. ¿Lo llamarían copia descarada? ¿O le darían la bienvenida con emoción? Misterio.

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