Este es un artículo que publiqué por primera vez en 2002 en mi antiguo blog, estrambotica.com, bajo el seudónimo de Elenis. Ha sido reproducido decenas de veces en otros sitios web, incluidos foros y listas privadas. Aunque di permiso para que se distribuyera libremente, no pensé que la gente fuera a eliminar mi autoría, a modificarlo suprimiendo las partes espinosas o a utilizarlo para promocionarse, como de hecho ocurrió. Esta es la versión original del artículo tal Y como se publicó el 13 de marzo de 2002, con la puntuación corregida y algunos términos actualizados. Sorprende que, más de quince años después, gran parte de su contenido siga vigente.
CÓMO ESCRIBIR UN RELATO ERÓTICO
Y no parecer virgen en el intento
Autora: Diana Gutiérrez (Elenis), www.dianagutierrez.net
[versión 3.1]
Nota: Estos consejos parten de una óptica totalmente subjetiva. Las personas somos diferentes y vivimos nuestra sexualidad de múltiples maneras. Lo que una considera excitante, otra puede verlo asqueroso.
La erótica es un género que me gusta especialmente: Elenis loves sex. Llevo cultivando el relato erótico bastantes años, aunque desde un enfoque un tanto personal. En este tiempo, he tenido ocasión de leer muchas cosas, e incluso replantearme la función del erotismo en este planeta azul donde vivimos.
Estas reflexiones fueron motivadas por la visita a cierto foro de “relatos eróticos” de cuyo nombre no quiero acordarme. Lo que encontré allí superaba mis peores expectativas: eran puras fantasías porno sin un ápice de imaginación, con toda la pinta de haber sido escritas por un ordenador (metes una lista de nombres, verbos y adjetivos al tuntún, agitas y voilà).
Realmente me parece muy triste que se utilice la expresión “relato erótico” para eso. ¿No lo podrían llamar “letras para chavales que quieren hacerse una paja con lo primero que pillan” o “escenas sin sentido obscenas”, que hasta rima?
Bueno, es problema de la gente contentarse con esas cosas. El caso es que yo no me contento, y antes que leer esa basura me pongo a admirar una foto de Kirsten Dunst (que me excita diez veces más). Sin embargo, me dije: “coño, ¿y si resulta que hay gente con mucho potencial pero que no tiene muy claro cómo plasmarlo?”; “¿y si, después de todo, los que entran allí no son solo pajerillos de tres al cuarto, sino gente que no encuentra lo que está buscando?”. Así que, en un desvergonzado intento de hacer gala de mi pedantería, intenté reunir unos parámetros —que ni siquiera yo sigo siempre— que considero más o menos básicos para los que cultiven (o pretendan hacerlo) este género literario.
1. Antes que nada, planteaos si queréis escribir erótica o pornografía. No hay nada de malo en escribir un relato pornográfico; yo, por ejemplo, tengo alguno en mi haber, y hay historias muy buenas —y muy excitantes— en las que la línea de separación entre lo erótico y lo porno se difumina. Es difícil establecer con claridad qué corresponde a cada concepto, y más ahora, cuando la moral sexual está por suerte cambiando. Pero en la práctica general, cada cosa tiene sus reglas.
El erotismo es delicado y sensual, sugiere más que muestra, hace metáforas y analiza sentimientos. Da y pide calidad. La pornografía —“descripción de lo obsceno” — es más instintiva y ruda, muestra todo, utiliza un lenguaje directo y simplista y se rige por la cantidad. El erotismo insinúa; la pornografía describe en detalle. Un sólido hilo argumental (incluido el “argumento” del propio acto sexual), en el que otros temas tienen tanta importancia como la propia descripción de los actos, corresponde al erotismo. Cien orgasmos bestiales entre expresiones como “polla de 30 cm”, “se corrió en mi boca”, pertenecen al campo de la pornografía.
2. Dad a vuestra historia una base sólida. Ponerse a escribir una historia con la única meta de describir actos sexuales es válido, pero suele cantar mucho. Es como “blablablá, blablablá, Y YA!!! SE METEN EN LA CAMA!!!”. Suele ser de gran utilidad hacer consideraciones previas de tipo literario. ¿Qué tipo de narrador y qué puntos de vista vamos a emplear? ¿Cuánto tiempo transcurre en la historia: minutos, semanas, meses? ¿Cómo vamos a narrar ese tiempo? ¿De qué manera el espacio refleja los temas que se tratan? Ese esquema inicial será crucial en la narración.
Asimismo, dotad de una cierta redondez o profundidad psicológica a vuestros personajes. Huid de los tipos: la erótica es uno de esos géneros a los que les sienta muy mal la superficialidad. La experiencia sexual nunca es igual, como no lo son los lugares, los participantes o las prácticas que se lleven a cabo. No penséis solo en quienes van a follar como personajes-tipo. ¿Quiénes son esas personas? ¿Cómo son? ¿Qué les lleva a tal situación, y por qué?
3. Mantened un tono: que la forma refleje el fondo. ¿Qué queréis decir con la historia? ¿Es el encuentro furtivo entre dos desconocidos que jamás volverán a verse?, ¿la experiencia solitaria de una púber?, ¿el tenso triángulo amoroso entre una mujer, su marido y su amante? Uno debe buscar el concepto original de su relato: por ejemplo, en estos casos podrían ser la fugacidad del deseo, la pérdida de la inocencia y la infidelidad. Cada uno de ellos debe ser tratado de una manera distinta, con lenguajes particulares, utilizando técnicas y recursos tan dispares como el humor, la hipérbole, el flashback o analepsis, el empleo del diálogo en vez de la descripción…
Asimismo, la creación de climas y ambientes según el significado de la narración es vital. No es necesario que un simple polvo nos haga reflexionar sobre el sentido último de la existencia, pero sí que un toqueteo entre unos amigos de toda la vida no se parezca en nada al arrebato de una señora mayor que se folla al jovencito del que estaba enamorada.
4. Huid de estereotipos como de la mierda. Por favor. La mayoría son sexistas, clasistas y ridículos, cuando no directamente humillantes, y constituyen un insulto para el lector inteligente.
- Regla de oro: Jamás toméis la limitada gama del porno comercial como referente.
- El manidísimo tema de la “niña buena” dulce y pura que es pervertida, y que se atormenta diciéndose «oh qué guarra soy, qué sucia», y sufre todavía más al darse cuenta de que realmente le gusta lo mucho que se la guarrean, es lo peor. No solo da la imagen de que todas las mujeres, en el fondo, son unas putas; también va asociado con el pensamiento de “aunque diga que no, yo sé que le gusta”. Hay que tener un sadismo exacerbado para disfrutar con esta tortura de la chavala, y para mí sexo es jolgorio, no daño. Además, este argumento no tiene nada de intrigante: se sabe de antemano que todos acabarán tirándosela.
- Las mujeres pueden follar. No solo están ahí para lucir lencería y ser folladas. Asimismo, el hombre no empieza y termina en su pene.
- No fetichicéis. Pollas largas, tetas enormes, depilaciones de inhóspitos lugares, tacones de aguja, nancygirls que siempre llevan ropa “uy-dios-mío-lo-voy-enseñando-todo”… Todo eso que la pornografía ha calificado como “sexy” es cultural, y como tal, puede no gustarle a todo el mundo. Antes que basaros en elementos impositivos, ajustaos a la forma de pensar de vuestros personajes y a la situación.
- Asimismo, tampoco mitifiquéis situaciones. Por ejemplo, nuestra cultura tiene obsesión con todo lo que comprenda la “primera vez” (yo también confieso mi devoción, influencia del slash). Pero no os ciñáis a eso: tan interesante puede ser la primera como la quinta o la sexta, porque cada una puede ser primera en su estilo.
- En el sexo, se musitan frases que no tienen sentido, uno se cambia de posición, se dice “así no”, uno se puede cansar, una persona se puede correr y otra no, alguien se puede poner a fantasear con otras cosas, se puede decir “me estás haciendo daño” y uno no se suele correr dando tales berridos que despierta a todo el vecindario. Es decir: la experiencia sexual puede resultar mucho más realista si se adereza con estos pequeños toques y no se queda en el campo de lo distante e ideal.
- El dirty talk solo tiene sentido cuando los personajes ya se conocen un poco. Dos personas que tenían reparos a la hora de tocarse no van a empezar con una verborrea “¿te gusta, verdad? Yo sé que te gusta” nada más empezar. Suelen existir cosas llamadas pudor y falta de confianza.
- El final feliz y la experiencia que siempre resulta la más gratificante de toda la vida de los participantes. ¿Alguien podría introducir algún cambio en esto, ejem? ¿Es que no existe el sexo mal hecho, o el dolor emocional (o físico), o siquiera un final que no sea “y comieron perdices”?
5. Describid con profusión y sensualidad. No tengáis miedo de narrar después del “fundido en negro” si es justo lo que buscáis. ¡Fuera contenciones! Utilizad adjetivos sugerentes, narrad acciones y percepciones simultáneas. Tenéis que convertiros en los cinco sentidos de los personajes del relato. Vuestra propia historia ha de excitaros, si no de una manera puramente física (aunque si es también física, mejor que mejor), al menos de forma espiritual. Lo ideal —y lógico— es que al leer una exaltación de la carnalidad todos salgamos con ganas de tener sexo.
6. Mantened un cierto grado de credibilidad para una persona media. O sea, no exageréis. Usualmente, las chicas de dieciséis años no salen a la calle sin ropa interior y participan en orgías junto al mercado con desconocidos. Claro que puede ocurrir, pero sería mucho más creíble que la chica saliese con sus bragas puestas y follara con un exnovio en un callejón oscuro cerca del mercado. A la vez, es bastante ilógico que un chico se encuentre a su hermano en la cama y acceda a encularlo sin más preámbulos; ¿qué opinan ambos del incesto? ¿No siente el chico rechazo?
Y como estas, cien: mujeres multiorgásmicas que se desmayan y siguen follando, jóvenes que se suicidan tras hacer el amor, candelabros que se meten en vaginas cien veces más pequeñas… Cuidad de no tener una visión distorsionada del sexo: vuestras historias deben ser plausibles. Si vais a introducir elementos fantásticos o extremos, hacedlo con mesura.
7. Si escribís más de una escena erótica, o varias historias, variad los elementos. Es algo importantísimo. Todos tenemos nuestros kinks, o pequeños fetiches: situaciones que nos gustan más que otras, parejas que nos excitan, posturas y prácticas que nos agradan… y no es extraño que nos encontremos describiendo cosas parecidas casi con las mismas palabras (esto les ocurre hasta a los escritores profesionales).
Pero el sexo está lleno de potencialidades. Dad alas a vuestra fantasía: esforzaos por salir de vuestras preferencias y explorar nuevos territorios. Introducid temas diferentes, ricos, sin prejuzgarlos. Son fantasías. No vais a pervertiros por hablar de una experiencia de sexo en grupo. (Nota obligada: tampoco os tiene que gustar vuestro propio sexo por el simple hecho de que os excite leer o escribir una historia sobre una relación homosexual. Somos humanos, carajo.)
8. Tened cuidado cuando flirteéis con el sexo no consensuado. Creo que no se le da suficiente importancia a esto. En la vida real, una agresión o un abuso sexual SIEMPRE constituye una experiencia traumática, y personalmente encuentro grosero que alguien la describa como sexy o excitante (véase el tema de la niña buena en 4 y toda una tradición literaria y audiovisual que erotiza la violación de las mujeres). Muy bien, los relatos eróticos son solo fantasías y bla, bla, bla, pero dicen BASTANTE de los complejos de quien escribe.
Por lo general, yo no disfruto con la idea de que alguien fuerce a otro a hacer algo que no quiere. Sin embargo, he leído cosas que trataban el tema de la violación desde perspectivas paralelas: los sentimientos que podrían llevar a una persona a ello, la recuperación del afectado, la participación en el acto de personajes no humanos y que por tanto no sienten de la misma forma, etc. En este caso, el asunto entra dentro de un marco más amplio.
A la vez, hay toda una serie de eventos que bordean el abuso sexual y que se tratan a menudo en las narraciones eróticas. Ocurre cuando la persona no es del todo consciente de lo que (se le) está haciendo: efectos de drogas o alcohol, control mental, hechizos mágicos… También existen veces en que la persona consiente a duras penas, como es el caso de la presión psicológica o los “tratos” tan habituales en el cine.
Todo lo que puedo decir al respecto es: cuidado. De estos temas pueden salir historias muy eróticas y muy bien escritas, dominaciones tan sutiles que rebosan morbo o fantasías algo tabúes que resultan estimulantes, pero… hay que ser muy ducho al escribirlos, y tener en cuenta que el lector puede no estar identificándose con el morbo que creemos que tiene la historia, sino con el dolor y la humillación del afectado.
9. Clasificad vuestras historias, marcando especialmente las parafilias. Muchas personas leen una historia buscando algo en concreto, y esto no tiene nada de malo. Especificad los personajes y las parejas formadas (“pairing” lo llamamos en el slash; por ejemplo, Missy/Torrance :)), o la identidad sexual de los mismos (en un trío: nene+nena+nene). Si la historia está MUY orientada al sexo, también deberíais hacer una referencia a las prácticas que se llevan a cabo. Hay una serie de códigos anglosajones al respecto que podemos castellanizar, como una historia oral/anal/orgía/gay/hetero, que habría de contener todos estos elementos. Pero sobre todo, avisad al lector de lo que va a encontrar. Los slashers siempre ponen un par de frases al principio, del estilo de “aquí hay nenes follando con nenes y nenas follando con nenas. Si no te gusta, no sigas”. De la misma forma: “aquí hay sadomaso”; “aquí hay disciplina inglesa”; “aquí hay zoofilia”; “aquí hay scat (coprofagia) y lluvia dorada”; “aquí hay tortura y snuff” (¿¿quién querría escribir snuff??)…
Lo que nos lleva a un punto colindante con 8. Sin ánimo de coartar la creatividad de nadie, algunas cosas pueden llegar a ser no solo denigrantes para la raza humana, sino también ilegales. Por mucho que te apetezca escribir sobre la violación de una niña, podrías dar con tus huesos en chirona si alguien lee eso y en tu país está penado.
10. Informaos sobre el otro género. Hombres y mujeres somos mucho más parecidos de lo que algunos creen, pero también somos diferentes físicamente. Hay gente que pretende escribir sobre otros géneros sin tener siquiera idea de su anatomía, proporciones o actitudes culturales.
En este último aspecto, se suele masculinizar en exceso a las mujeres (ej.: presuponer que están siempre dispuestas a hablar de guarrerías, cuando existe todo un bagaje cultural que lo impide) y feminizar a los hombres (ej.: los hombres, por lo general, no rompen a llorar en cuanto algo les sale mal, tienen costumbre de reprimir sus sentimientos).
Si vais a narrar un encuentro homosexual entre personas de un género que no es el vuestro —caso de chicos que escriben sobre lesbianas, chicas con historias m /m…—, ocupaos de que lo que está en vuestra imaginación tenga algo que ver con la realidad.
11. Vigilad la ortografía, la gramática y la semántica. Por favor. No os cuesta nada pasarle un corrector ortográfico a vuestro texto, buscar una palabra en el diccionario o poner puntos, comas y mayúsculas donde sea necesario. Sed claros y concisos en la construcción de las frases. Vigilad la ilación y la estructura: no saquéis consoladores de la nada, a menos que los personajes estén haciendo magia. Si no estáis seguros del significado de una palabra, sustituidla por un sinónimo. Sed conscientes del sentido general. Y sobre todo, naturalidad: no pretendáis dar una impresión excesivamente culta o rebuscada. La sinceridad es una de las mayores cualidades a la hora de escribir.
12. Asumidlo, es ficción. La tontería de empezar como si la historia fuese un reality show (“Hola, me llamo Pepita y esto me pasó hace un mes con mi amiga Susanita. Me da mucha vergüenza contarlo pero lo voy a hacer, y además, con profusión de detalles”) me pone de mal humor. ¡¡¡ES FICCIÓN, COÑO!!! El hecho de que un relato se presente como “real” no lo hace más excitante, excepto tal vez para algún bobo que realmente se crea que Pepita (Paquito en su vida privada) va por ahí contando sus experiencias en los foros.
La literatura es ficción: como decía Onetti, “mentir bien la verdad”. Yo busco en una historia que sea interesante, excitante y que esté bien escrita, y me importa un carajo si ha ocurrido de verdad o no. Es más: prefiero la ficción que se presenta con valentía como tal. Y me trae al fresco la vida de Pepita o lo que pueda hacer con su amiga Susanita, porque para mí ambas son en ese momento personajes, no personas reales. Como veis, no soy amiga de los docu-shows y defiendo la validez de la fantasía por sí misma.
Mi amigo Alcibíades añade por mail tres recomendaciones más que suscribo, a saber:
- La lectura de libros de buena literatura erótica.
- Inspirarse preferentemente en experiencias (vitales o sexuales), o en las propias imaginaciones. “Situar las acciones, los personajes, las cosas, en un contexto que conozcamos por haberlo vivido, soñado, imaginado o estudiado”.
- Escribir ante todo para que las cosas le gusten a uno, “porque si no, difícilmente se podrá escribir algo bueno”.
Mucha suerte (y mandadme vuestras obras ;)),
Diana Gutiérrez