Me han preguntado esto algunas veces, así que creo que es mejor dejar constancia de toda mi buena intención al respecto:
El año que viene.
He presionado un poco a la editora para que me presione porque yo trabajo la mar de bien así, con plazos y fechas de entrega. Libertad de creación, musas… Tonterías. Precisamente porque mi musa es caprichosa como pocas, a veces hay que arrastrarla de los pelos. Soy del equipo Picasso o Chris Baty: la inspiración existe, pero debe encontrarte trabajando.
He dicho que el «Acto II» de Un pavo rosa está escrito en su mayor parte, y es verdad, pero… ¡yo les doy mil vueltas a las cosas antes de terminarlas! Y no habéis visto nada: ¡esta es la carpeta en limpio! La carpeta en sucio tiene mil versiones de la novela, diálogos sueltos, escenas que no sé muy bien si meteré o al final quitaré (como el prólogo del Acto I, que muy bien quitado está), etc.
Ya, sí. Soy caótica. Por eso me vienen bien los planes quinquenales y los plazos.
En general, el Acto II me gusta (y en algunas cosas incluso más que el anterior), pero para mi sorpresa, una de las cosas que más guerra me da son los primeros capítulos. En particular, el orden. Creo que si no lo he replanteado veinte veces, no lo he replanteado ninguna. Con el Acto I tenía clarísimo dónde quería que empezara la historia, pero con el Acto II tengo varias posibilidades (porque, por supuesto, la historia también es fragmentada, muajajá). Solo tengo claro que empezará con la misma palabra que el primero.
Para mí es importante que la «bilogía» concluya relativamente pronto porque el Acto II es la continuación evidente de Un pavo rosa, con los mismos personajes y casi los mismos lugares. Sí que me gustaría escribir en el futuro una novela más sobre Álex y Nick, pero esa ya la veo muy lejana. Incluso podría ser que, llegado el momento, ya no quiera escribir más sobre ellas y use otros personajes. Aun así, el Acto II ya lleva consigo la semilla de esa futura historia… ¡por si acaso!